Capítulo 29

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Las clases después del receso invernal comenzaron, volviendo al aula al grupo de amigas con diferentes preocupaciones en sus cabezas. Jessica había hablado con Amparo sobre su reconciliación con Gonzalo y cómo fue que pasaron las cosas realmente, contándole que estaba contenta porque había pasado las dos semanas de cerro junto a él y sus demás amigos. Amparo se alegró sinceramente, sabía que tarde o temprano alguno de los dos se iba a disculpar, y aunque ella anhelaba que en algún momento pasara algo más, le hacía feliz saber que estaban bien. Jessica, por su parte, también estaba muy feliz, porque habiéndole dado una verdadera oportunidad a Gonzalo, se dio cuenta que era un chico que valía la pena tener a su lado, fuese de la manera que fuera. Paola, por su parte, seguía con sus desórdenes alimenticios, y lo único que realmente la mantenía más o menos alegre eran sus lectores y ese chico misteriosos con el que había estado gran parte de sus vacaciones. Descubrió que hablar con él le hacía muy bien, además de que la mantenía distraída. Agustín, del otro lado de la pantalla, se sentía fatal por mentirle de aquella manera, pero también pensaba que estaba logrando ayudarla a superar su problema.

El primer timbre del lunes sonó, haciendo que el grupo de amigas se encaminara hacia el patio escalera abajo. Desde que formaban parte del grupo, eran Cane y Fran las que solían elegir donde pasaban en el recreo. En un principio, cuando los días todavía estaban lindos, a Amparo le fastidiaba bastante que siempre decidieran quedarse adentro. Pero teniendo en cuenta la temperatura de ese día, no rezongó. Cane, Fran y Jessica tomaron asiento en un banco, mientras que Paola, Amparo y Vivi optaron por sentarse en el suelo, frente a ellas.

—No saben lo que las extrañé, fue desesperante tener que pasar tanto tiempo con mi mamá—compartió Cane con un bufido.

—Yo tuve que pasar tiempo con la odiosa de mi hermana, eso es peor —sentenció Fran con cara de asco.

Amparo rodó los ojos sin mirarlas, como les encantaba quejarse a esas chicas. Sintió que una mano le revolvió un poco el pelo y levantó la vista. Pachi le dedicó una hermosa sonrisa y se fue diciendo:
—Te veo el recreo que viene.

Amparo le sonrió de vuelta, aunque fuese solo su amigo, seguía siendo sensacional para ella ver la cara de las demás chicas cuando los veían juntos.

—Yo me la pasé esquiando, y me arreglé con Gonza— comentó una entusiasmada Jessica.

—¿Vos me estas jodiendo? —preguntó una venenosa Cane.

—Espero que se haya arrastrado por el piso cuan lo mínimo para que le hayas dado la oportunidad de saludarlo—soltó con asco Fran.

Ambas la miraban expectantes, con muecas de asco que dejaban en claro que no les agradaba ni un poco el chico. A Amparo se le partió el corazón en cuanto vio como la sonrisa de su amiga se transformaba en un gesto triste para después pasar a uno nervioso. Y lo que hizo a continuación fue lo que más le dolió y lo que le dio una de las tantas alertar rojas que le brindaba la relación con esas dos chicas.

—Em, si, ósea, nos cruzamos en el cerro y —desvió su mirada hacia abajo a la derecha, mintiendo—, me insistió todos los días que nos vimos en que lo perdonara—al ver que Cane y Fran rodaban los ojos continuó—. Y también me invitó dos veces el almuerzo, aunque no almorcé con él.

—Tch, podría haberse esforzado más, pero no se puede esperar demasiado de alguien como él—zanjó Fran.

—¡Ay hablando de regalos! Mi novio me regaló una cadenita preciosa, por los cuatro meses, miren —exclamó Cane mostrando su dije.

Amparo pensó que su novio no podía tener más mal gusto, pero que al fin y al cabo el detalle era lo que contaba, y le alegraba que Cane estuviera feliz por ella. Ya no sabía si llamarlas amigas o conocidas, porque veía que poco a poco Paola y Jessica iban perdiendo su identidad, pisoteadas por las imposiciones de Cane y Fran, siguiéndolas a todo lo que les decían. Amparo, pese a no tener la autoestima altísima, era consciente de que valía por sí misma y que no necesitaba demostrarle nada a nadie, que tenía cosas por cambiar como cualquier persona, pero bajo ningún concepto dejaría de ser, en esencia, lo que ella era. Le dolía mucho ver a sus amigas, de algún modo, doblegarse así, pero intentaba entender que también, quizás, no estaban del todo cómodas consigo mismas y por eso buscaban refugiarse en cosas que nada tenían que ver con ellas.

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