Capítulo 30

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El segundo cuatrimestre fue avanzando, y la incomodidad de Amparo con Canela y Fran ya estaba llegando al punto de ser insoportable. La pasaba bien cuando hacían cosas juntas, pero cada vez que comenzaban a hablar de algo, Amparo sentía que estaba al borde de reventar. Básicamente, su compañía para hacer actividades como pelotear, jugar a las cartas, y cosas recreativas, no era desagradable para ella, pero al momento en que las dos abrían la boca, Amparo quería irse. Por otro lado, su relación con Paola continuaba igual, y sabía que pese a sus esfuerzos y sus comentarios por recordarle lo hermosa que era sin importar que diga el resto o las apariencias, su amiga seguía con problemas alimenticios. Su relación con Jessica estaba un punto crítico de desgaste, porque después de casi seis años compartiendo juntas, cada vez se veían menos. Como Cane y Fran vivía relativamente cerca de su casa, y Amparo en la otra punta de la ciudad, Jessica pasaba mucho más tiempo con ellas. Ya casi no hablaba con Amparo y tampoco la invitaba a su casa, cosa que antes sí hacía casi que una vez a la semana. Amparo no estaba dolida, si no apenada, le entristecía ver como su amiga se estaba apagando nuevamente para convertirse en alguien que sus dos nuevas amistades aprobaran y felicitaran. Amparo había entendido que con Cane y Fran las cosas eran así, tenías que hacer y ser como a ellas les gustara para no recibir sus miradas despectivas o de recelo. Y aunque ella no había dejado de ser ella misma, si se guardaba comentarios, y estaba harta de hacerlo.

Las cosas de Paola seguían en el mismo sitio, solo que le había tomado casi un mes animarse a hablar de nuevo con Agustín para volver a disculparse y aclarar las cosas. Por mucho que le doliera saber que él no le correspondía, tener a un amigo como él nunca estaba mal. La hacía olvidarse de sus problemas por un rato y  reír con sus chistes malos. Aunque Agustín no le había confesado que era ESE chico que la leía en Wattpad, si le confesó que la había empezado a leer, y que le gustaba muchísimo su manera de escribir.

Jessica estaba perdida, porque por un lado tenía la amistad de un chico que le aseguraba que era una chica genial, con quien se divertía y con quien podía hablar de lo que fuera, y por otro lado estaba forjando una amistad con personas que le estaban mostrando cosas distintas. Para Jessica, Fran y Cane eran dos personas autosuficientes, con mucho autoestima y muy realistas. Siempre había considerado que tanto ella como Amparo a veces pecaban de soñadoras, y cuando entablaron relación con Paola sintió que esa ensoñación creció exponencialmente. No le desagradaba, de hecho, les había dado varios momentos de risa y diversión. Sin embargo, sentía que había cosas que eran de niñas, y ella era una adolescente y no tenía porqué continuar con cosas absurdas. Cane y Fran le habían mostrado un mundo, a sus ojos, mucho más maduro que al que estaba acostumbrada. Donde no había restricciones de horarios, donde los padres no siempre tenían la última palabra, donde lo fundamental era la apariencia, seguir la moda y lo que el resto viera. Para Fran y Cane el lema indispensable era: si nadie te envidia, algo estas haciendo mal. Y así como regían su vida con eso, poco a poco fueron introduciéndoselo a Jessica en la cabeza. También, le presentaron a varios chicos muy bonitos de otras escuelas, con los que Jessica estaba encantada.

A casi un mes de terminar las clases, y tras una conversación absurda sobre que usar jogging y remera por fuera de los días de gimnasia era ridículo, Amparo llegó a su casa mentalmente agotada, estaba harta de escuchar tantas estupideces y limitaciones, estaba harta de ver como todas seguían ignorando el problema de alimentación que tenía Paola, harta de la actitud ególatra y egoísta de esas dos chicas que habían irrumpido en el grupo hace algunos meses atrás.


—¿Ampi, cielo, me queres contar que te pasa? Te noto muy rara hoy—irrumpió su madre en su cuarto tras tocar la puerta.

—No sé ma, estoy muy cansada de todo —sentenció Amparo volviendo a hundir su cabeza en la almohada.

—A ver, haceme lugar y hablemos—pidió la madre corriendo las piernas de su hija un poco para sentarse al borde de la cama—,¿Qué es lo que te anda pasando? No es la primera vez que te veo así.

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