III. LA PURGA

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El día había llegado a su fin y eso es lo que temían los dos agoráneos que se encontraban en territorio de la Casa Alta con un drone defectuoso que podría estar dispuesto a matarlos y un hombre inconsciente derribado en el lago.

—Falta poco para la tormenta —dijo Guille mientras ataban el cuerpo en la parte superior del drone—. Si no salimos ya, estaremos todos muertos.

El drone comenzó a encenderse lentamente a medida que los dos hombres se subían en él observando a ambos lados del lago. Podría decirse que se encontraban aterrorizados tanto por el lugar donde se encontraban como por la hora, sobre todo el tiempo.

—¡Oh aquél terrible y horroroso tiempo! —pensó asustado Erik.

El destello de la Luna sobre las nubes pintaba un cuadro absolutamente hermoso que los agoraneos no estaban muy acostumbrados a ver en la intemperie. ¡Sentían como esas nubes negras caían sobre ellos y les cerraban la vista! Era una visión espantosa que no los dejaba pensar en paz.

A medida que se desplazaban rápidamente sobre los edificios comenzaron a escuchar un clamor que venía de todas las antenas. Erik tragó saliva e imploró con todas sus fuerzas que el drone no estuviera suficientemente defectuoso como para no notar la significativa disminución de la impedancia del aire y hacer algo al respecto.

—¡Unos diez kilómetros por mucho! —gritó Guillermo consultando su escáner holográfico que tenía un punto parpadeante indicando el lugar donde se localizaba el Refugio—. Cincuenta y ocho kilómetros por hora

—A esta velocidad no alcanzaremos, ¡La Purga comenzará en menos de cinco minutos!

Guillermo tragó saliva, bastante asustado y observó el cuerpo inerte del extraño amarrado en el centro del drone.

—Si perdiéramos peso ¿Podríamos ir más rápido? —dijo haciendo una mueca, como si lo que había dicho le supiese amargo.

—Los controladores de estos bichos están diseñados para mantener velocidad constante a pesar de los disturbios externos, como la pérdida o aumento de masa y las variables atmosféricas. Con menos peso lo único es que ahorraría más energía y eso es lo que menos nos importa ahora.

—¿No puedes hacer que el coso vuele más rápido?

—Habría que dar un nuevo setpoint de referencia en la velocidad y para eso habría que apagarlo, abrirlo y luego del cambio encenderlo de nuevo.

—No sirve… Si lo detono de nuevo perderíamos mucho más tiempo.

—¡Si llegas a detonarlo de nuevo puedes terminar de joder todo el sistema eléctrico! Quedaría inutilizable.

No había manera de escapar de la Purga porque inmediatamente la conversación se vio interrumpida por breve centelleo seguido de un fuerte estruendo que retumbó sobre los edificios. La punta de la torre de energía más cercana comenzó a brillar con un azul eléctrico y un conjunto de descargas eléctricas comenzaron a rodearla.

Solo había algo que superaba la belleza de tal espectáculo, era su letalidad. Miles de millones de voltios y algunos miles de amperios caían y subían a aquella torre como si fuera una fuente de agua iluminada con luces decorativas. Toda la ciudad se había iluminado a medida que cada torre replicaba el efecto, el estruendo era altísimo y la atmósfera comenzaba a cargarse con un fuerte olor acre.

—¡Juemadre! —arrojó Guille mientras un descarga pasaba cerca del drone y sentía como sus careta de visión nocturna se llenaba de estática momentáneamente—. Aquí si nos jodimos.

El drone hizo un giró muy cerrado que lo dejo por unas pocas centésimas de segundo en posición vertical y que sus polizones lograron aguantar al estar bien agarrados. Otro rayo golpeó contra techo de un edificio cercano que obligó al robot a modificar la trayectoria.

REMEMBRAINCE - El flujo de los recuerdosWhere stories live. Discover now