CAPÍTULO 3

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Hacía bastante tiempo que la medianoche había acechado y luego alejado de aquel pequeño club en un barrio de la localidad de Rochester donde un grupo de investigadores y científicos esperaban pacientemente el regreso de uno de sus colegas.

Ahora Lennox Cummins, el psiquiatra, era quien comenzaba manifestar preocupación.

—Mi estimado Sotiris —dijo en su cuidado acento irlandés—. ¿Cuántas horas dices que ha estado Norman allá afuera?

Sotiris que aún mantenía su pose de reflexión permaneció sin inmutarse por un momento, mientras poco a poco los miembros del proyecto se iban poniendo sus abrigos y se preparaban para partir.

—Aparentemente van 4 horas ya. Ningún paseo por la calle dura más de tres horas. —continuaba meditando—. ¿Será posible? —continuó repitiéndose mientras observaba su reloj de pulso sin fijarse en la hora y devolvía la mirada a la puerta.

—Y hace una hora que mi Beverly tampoco regresa —dijo Alyce desde el sofá con el sueño casi ganándole.

—Todo va a estar bien —dijo Lennox—. Ya conocen a Norman, tan solo fue a su casa a dormir. A pesar de que fuera su cumpleaños él era el menos motivado a celebrarlo.

El tiempo siguió pasando y la mayoría fue abandonando el club, no sin antes desear que nada malo hubiera ocurrido, agradecer la fiesta y desearse suerte en el trabajo el próximo lunes.

La espera continuó por una media hora más y esta vez fue Cassandra Gott, la neuróloga quien rompió el silencio.

—¡Allí hay algo! —exclamó emocionada—. ¡Alguien viene hacia aquí!

No se equivocaba, en un pequeño lapso de tiempo Beverly Duerr entró con una expresión seria y de preocupación. Colgó su abrigo y se dejó caer en el sofá al lado de Alyce.

—Pues no se encuentra en su casa —dijo mientras observaba a los pocos que aún quedaban.

Cassandra se levantó y comenzó a caminar con un paso preocupante que barrió las cansadas miradas de los que se encontraban en la sala. No medía más de metro con sesenta y siete, de cabello moreno, piel muy pálida, ojos negros y pocas curvas.

—¡Tenemos que hacer algo! —exclamó preocupada—. ¡Debemos llamar a la policía!, Norman está desaparecido. ¡Por Dios!, ¡Una vida está en riesgo y ustedes no hacen nada por ayudar!

Con rabia arrojó un cojín al suelo y abandonó la sala. El resto de los que estaban permanecieron callados, fue Alyce la que con un ligero susurro rompió el silencio.

—Yo apuesto que le gusta —dijo en voz baja y una ligera sonrisa se dibujó en su cara.

—Dios la bendiga —dijo Lennox mirando el techo—. Ese Norman es un hueso duro de roer, el mundo podría partirse en dos y él ni se fijaría si quiera en la existencia de ella. Te apuesto a que Norman no sería capaz de sentir afecto en lo más mínimo, a menos que sea simplemente relaciones de trabajo.

—Yo apuesto que tiene algún lado blando que no deja salir —dijo Alyce sonriendo—. A veces he visto a través de sus cansados ojos y siento que se siente solo. Pero la dureza que aparenta le impide dejar salir su interior.

Sotiris observó de reojo el pasillo y susurró de inmediato.

—Será mejor que cambiemos de tema, Cassandra se acerca.

No venía sola, junto a ella un camarero del club con una mirada de sorpresa se acercaba con bastante rapidez.

—Señores, creo que es tiempo de que se retiren —dijo bastante enojado—. Tenemos que cerrar el establecimiento y no podemos tenerlos más tiempo. Tampoco podemos aceptar a la visita que acaba de llegar.

REMEMBRAINCE - El flujo de los recuerdosWhere stories live. Discover now