PRÓLOGO

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"Todo relojero sabe que para que llegue la una, primero deben acabar las doce"

Abril de 2523:

Abrió los ojos y miró a su alrededor, el reflejo de las lámparas de neón hería sus viejos y sensibles ojos. Se encontraba en una especie de hospital. No estaba solo, al frente suyo había un hombre muy joven recostado en la camilla de al frente, no había despertado aún. Intentó incorporarse pero su estado lo impidió, acercó su brazo a la mesa de noche para encontrar sus anteojos, palpó torpemente la mesa sin resultado. Entonces vio su brazo e hizo una mueca. Era un brazo arrugado, poco voluminoso, lleno de llagas y manchas negras.

Así comprendió la verdad, estaba muriendo y no se sentía a gusto con ello. Cada vez sentía menos los pies y una agonía interna acompañada de profunda nostalgia crecía, su visión se restringía y se cerraba. El viejo agonizante miró con horror como al frente suyo el otro hombre se levantaba de la cama y lo miraba fijamente. Con una mueca de dolor, la vida abandonó al agonizante viejo con la amargura de no sobrevivir. Era la primera vez que moría, y no estaba acostumbrado a ello, cerró los ojos, no sin antes mirar con odio a su compañero y para luego dejar de existir.

Una vida terminaba y otra comenzaba, y ese ciclo se mantenía desde hacía más de 500 años. El otro hombre sintió pena por el viejo, luego lo ignoró se asomó por la ventana.

—Esta vez he vivido yo —dijo tranquilamente y abandonó la habitación mientras intentaba disimular una sonrisa.

Siguió caminando hasta al balcón, la brisa nocturna combinada con el viento cálido y el ruido de los árboles al ondear hizo que el hombre se relajara y sacara un cigarrillo de su bolsillo.

Mientras el cuerpo era retirado casi automáticamente, el hombre dirigió su mirada hacía la luna y al lejano resplandor de Bogotá, era una hermosa noche para comenzar a vivir.

REMEMBRAINCE - El flujo de los recuerdosWhere stories live. Discover now