II. EL REFUGIO

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—Pero, ¡Qué cosa pa’ ser más complicada! —exclamó Guillermo mientras Erik revisaba los circuitos del drone.

—No es tan enredado como parece —respondió mientras veía a través de su escáner los esquemáticos de los circuitos impresos que rellenaban todo el robot—. La alimentación externa polariza todos los circuitos de potencia, incluyendo los controladores de los motores, generadores de campos y el Procesador Superconductor Central (PSC). Los procesadores secundarios y la lógica son alimentadas con las baterías internas, que son recargadas directamente de la alimentación principal.

»El PSC, es algo que supera mi conocimiento por lo que no lo tocaré, pero es que el funcionamiento de los procesadores secundarios es bastante arcaico y hasta se ven simples, de hecho podría manipularlos un poco para que nos transporte a nuestro destino.

—¿Y las transmisiones a la Casa Alta? —preguntó Guillermo con cara de haber entendido la mitad de la descripción de Erik.

—¡Eso es cosa fácil! Este drone emite una señal sobre su posición e información adicional modulada en un espectro del rango de cien millones de veces por segundo. Lo que he hecho es simplemente desconectar un lazo de seguimiento de fase para que la frecuencia de la portadora del mensaje sea mil veces menor, de esta manera seguirá transmitiendo pero en otra frecuencia y es probable que esto haga que  los datos que ingresen al modulador generen en este una respuesta no lineal, haciendo perder el mensaje. He hecho algo similar en la recepción del mensaje.

—¿Es probable que sienta que hemos hecho algo con su sistema de comunicación?

—Es un aparato muy inteligente. Por suerte tuve la oportunidad de jugar una vez con un rubix de mi bisabuelo. Ya sabes, aquel juego medieval en el que tenías que girar las caras de un cubo para que cada una de ellas quedara del mismo color. A los niños les encantaba porque una vez lo descifraban este se abría y aparecía un chocolate solo para ellos.

—Los antiguos eran muy derrochadores, no he visto un chocolate desde que tenía diez años. Una vez hace mucho tiempo me ofrecieron a que raspara un pedazo de la esquina, no logro imaginarme que una persona tenga la crueldad de comer uno entero.

Eril continuó en lo suyo mientras tecleaba unas instrucciones al aire sobre el procesador de la derecha. El holograma generado por su escáner lograba mostrar un extenso teclado y un conjunto de códigos que se habían podido extraer de la memoria del procesador.

—En la Abundancia eran objetos bastante comunes. Pero el que tuvo mi bisabuelo se solía llenar con algunas piezas de maquinaria o repuestos para traje. Era una gran recompensa para un niño que se esforzara en resolverlo.

—Aún no sé qué tenga que ver eso con que el robot sienta que lo hemos afectado.

—Eso cubos eran fáciles de vulnerar, bastaba con que se desarmasen cada una de las caras del rubix y ubicar los colores en el orden correcto para así lograr que su interior se abriese. Pero sus creadores eran muy listos y a menudo ponían explosivos en el interior de los mismos, de manera que si un niño se atrevía a hacer trampa, la detonación lograba, además del susto por supuesto, quemar levemente las manos del tramposo y destruir el contenido del cubo.

»Cuando abrí el mío encontré un conjunto de circuitos realimentadores que constantemente hacen un chequeo del estado de sus componentes, en caso de encontrar una anomalía inmediatamente se activaba la alarma. Así que analicé la señal de «correcto estado»y la falsifiqué en el sensor de integridad del cubo. De esta manera podía reordenar el rubix como quisiera sin que lo notase. He hecho exactamente lo mismo en los escáneres de emisión/recepción del drone.

REMEMBRAINCE - El flujo de los recuerdosWhere stories live. Discover now