- Usted misma puede confirmar que no hay anillo - Contestó L, elevando su copa. Comenzaba a sentirse algo ansioso por la falta de avances en la platica y el hecho de que su tiempo se le acortaba. 

Kara era un caso completo. Tan lista como escurridiza, a primera instancia, con esas curvas tan finas, el escote de su vestido y lo ceñido que era este, uno pensaba que caería con cualquiera. Pero no se podía hacer una suposición más estúpida. Kara era quien te hacia caer, y era quien decidía si merecías estar en la cama de semejante diosa. 

Aunque la cama  era el ultimo recurso de L para sacarla de allí viva, ¿ En realidad podría lograr que lo considerara digno? 

- Podría tener a cualquier mujer a sus pies, ¿por qué decide el camino solitario? 

- Lo mismo podría decirle a usted, señorita Rivers - L dio un paso. Veía a los camareros posicionarse en distintas esquinas dentro del salón. - ¿Nadie la acompaña esta noche? ¿No debería temer una mujer a estar sola? 

La arrinconó en la esquina del balcón. La chica podía sentir la pared fría de mármol contra su espalda, pero por enfrente, todo irradiaba calor, tensión sexual. Se estremeció. 

A pesar de la enorme diferencia de tamaños, Rivers no se acobardó y lo encaró. 

- Soy la única seguridad que necesito, señor Ryusaki. 

- ¿Y qué pasaría si alguien... - L escuchó a Watari por el intercomunicador advirtiéndole que el tiempo se agotaba. No existía otra opción, necesitaba usar el ultimo recurso- intentara aprovecharse de usted? 

L a mano de L viajó hasta sus labios y con la yema del dedo pulgar acarició su labio inferior dolorosamente despacio. Sin embargo, al contrario de la reacción que L esperó, Kara atrapó su dedo con los labios y lo chupó, paseando su lengua juguetona por el. 

L tragó saliva. 

- ¿Esta seguro que no me terminaré aprovechando yo de usted? 

- ¿Quisiera comprobarlo? 

Kara lo jaló por la corbata roja, acercando sus rostros, el olor masculino de L la embriagó. Le lamió el labio inferior. 

- ¿Por qué no? 

L se encargó de sacarla de la fiesta lo más pronto posible, escuchando de ultima instancia cómo se cargaban algunas armas. Apenas, pensó. 

Ambos se subieron al auto de L y arrancaron sin más. El detective deseó con todas sus fuerzas que no lo fueran siguiendo, así que a cada rato revisaba los espejos, aunque la carretera por la que iban a tan altas horas de la noche estaban desiertas. 

- ¿Qué sucede en realidad? - preguntó Rivers, cruzándose de brazos y mirando acusatoriamente a Ryusaki. 

- ¿De qué habla, señorita Rivers? 

- ¿Me estás secuestrando o algo así? No soy estúpida, algo anda mal. Si esto es un secuestro te advierto que puedo abrirte la yugular con mis uñas. 

L no puedo imaginarse sus uñas en otra situación que no fuera arañándole la espalda mientras gemía como gatita bajo su cuerpo. Sin embargo, avergonzado de sí mismo, alejó todas esas ideas. Kara no era estúpida, así que ya no tenían por qué tener sexo para mantener la farsa. 

- De hecho, la estoy salvando - miró su reloj, pero en ningún momento la miró a ella -, en estos momentos está sucediendo un tiroteo en la fiesta. La mayoría de mujeres morirán. 

A Kara se le heló la sangre. 

- Es por lo que sé, ¿no es así? - L asintió. La chica se dejó caer en asiento del copiloto y se maldijo por ser tan curiosa. 

Death Note :  One shots.Where stories live. Discover now