Destellos escarlata [COMPLETA ✔️ Novela 1]

🔸Cena con la señora Parker🔸

Aunque quise evitarlo me fue imposible, durante el trayecto de mi casa hasta el colegio pensé en ello, y por más que pretendí sacarlo de mi cabeza volvía como un mosquito molesto y ruidoso el cuál se negaba a dejar de dar la lata y rondarme en círculos.

Alcé la vista y recorrí de lado a lado el corredor en el que me encontraba. Nunca encontraría al muchacho entre aquella multitud aún si así lo quisiera. Nadie parecía estar quieto ni por un segundo, todos se movían y andaban como era acostumbrado de un lado a otro muy aprisa, convirtiendo el pasillo en un lugar imposible para moverse con libertad y con el peligro de recibir mínimo un golpe.
Lancé un suspiro de resignación y alivio entremezclados y me acomodé mejor la mochila sobre el hombro para internarme en ese mar de estudiantes ajetreados.

— ¡Cassie!

El estómago se me encogió repentinamente cuando escuché a alguien llamándome. Me detuve al reconocer su voz, pero fue imposible mantenerme en el mismo lugar. Los mismos estudiantes me arrastraron por el pasillo como fuertes olas en mar abierto, y por si fuera poco, me llevaron hasta el final de éste entre empujones y golpes.

— ¡Cassie...!

Volvió a llamar aquella persona que al parecer había ido a parar hasta allá sólo con la intensión de hablar conmigo

— Andrea... — exclamé en un susurro.

Me llegó a la cabeza repentinamente el flashazo de una imagen en la oscuridad, en la que aquella misma chica me miraba con indignación y resentimiento tras haber tenido una pequeña discusión en la que yo me había alterado un poco.

Me sentí apenada por ello, pero no acostumbraba dejar que la gente me mirara de aquella forma, ni siquiera me gustaba mostrarme decaída o triste en público, y aunque sonara tonto e infantil, odiaba tener que pedir una disculpa a alguien con quien había tenido alguna diferencia.

— Hola... — saludó la muchacha con una leve sonrisa y un gesto de mano poco visible.

— Hola — respondí sin mostrar señal alguna de una sonrisa.

— Te vi entrar en el pasillo y... recordé lo de la otra  noche — comentó en voz baja pero clara —. Quiero pedir una disculpa.

— Sí, bien... — dije con altivez —. Ya está hecho, ¿no?

— Tenías razón — dijo ella apenada— . No les dije nada cuando te hicieron todas aquellas cosas y eso me convierte en culpable también — continuó la muchacha sin hacer caso de mi tono altanero —. En los últimos días les he estado pidiendo que te dejen volver, o por lo menos que olviden todo y te dejen en paz...

Aquellas palabras hicieron que mi postura altiva bajara hasta los niveles mínimos y la mirara con la boca abierta.
Nunca habría imaginado que iría hasta allí para decirme aquello. Me había tomado prácticamente por sorpresa.