15. Sangre fría

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Al salir de aquella casa luego de derrotar a Kartasof, se encontró con un verdadero pandemonio

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Al salir de aquella casa luego de derrotar a Kartasof, se encontró con un verdadero pandemonio.
Los habitantes de la aldea habían salido de sus hogares, tratando así de hacerle frente a las fuerzas de Oni, lo que había resultado en una enorme batalla campal.

La lluvia se había transformado en una tormenta sin igual, el fuego y el caos estaban en cada rincón de aquella otrora pacífica aldea, y de su maestro y Midori no había señales. A penas y dio unos cuantos pasos delante de aquella casa y una explosión azotó a pocos metros de él, haciéndole caer estrepitosamente contra el suelo.
Soltó un suspiro, su visión era lenta y errática a la vez, y la herida de su espalda solo le hacía perder sangre a cada segundo

—Maldición —exclamó con el dolor en cada poro de su piel, apretó los dientes y con un esfuerzo bestial se empezó a levantar nuevamente. Estaba algo mareado y la tormenta parecía cortarle el aire, pero no podía parar, la torre que se alzaba sobre aquel monasterio le incitaba a seguir. Así que lo hizo.

Apretando su costado y de vez en cuando apoyándose contra las casas y bordes de las calles, avanzaba entre el caos. Escuchó una serie de gritos sobre un callejón, soltó un quejido y salió corriendo en búsqueda del origen del mismo, encontrando a un anciano que trataba de defender a una mujer y su pequeña hija de un par de aquellos Ninjas rojos.

El anciano agitó su bastón, pero fue inútil, uno de los Ninjas lo atrapó y enterró su espada justo sobre su estómago.

—¡No! —Rugió Jonathan Mayers y rápido corrió hasta ellos. El Ninja arrancó la espada del pobre anciano ya arremetió contra él.
Jonathan eludió los golpes a duras penas y le lanzó un puñetazo y después una patada, acabó resbalando y cayendo contra la acera.

El segundo Ninja levantó su espada y lanzó un corte, a lo que Jonathan se giró y se levantó con el impulso de sus propias piernas. Le hizo frente al guerrero, escapando de la afilada hoja a cada intento de cortarle, hasta que el guerrero falló y acabó clavando la misma contra un poste. Lo golpeó entonces y el Ninja cayó. Jonathan volvió a quejarse, pero se plantó sobre el Ninja y lo noqueó con un par de golpes al rostro.

Se levantó y avanzó hasta las mujeres, las cuales seguían en shock ante lo sucedido, llorando sin parar.

—Vuelvan a sus casas... no es seguro aquí afuera.

Las mujeres hicieron caso a pesar del dolor de dejar aquel hombre atrás, Jonathan observó el cadáver y se arrodilló, rindiendo sus respetos ante su sacrificio.

—Lo siento —le dijo al hombre y le cerró los ojos. Tomó un poco de aire y siguió en su camino.
Atravesando las diminutas callejuelas de aquella aldea hasta que finalmente la entrada al monasterio se mostró ante él, imágenes de su pasado regresaban a su memoria, azotando espontáneamente cual fueran los rayos de aquella tormenta.

Apoyó sus ensangrentadas manos contra las puertas y las abrió, entrando en el adoquinado patio principal, el lugar, a comparación de la aldea misma, estaba tranquilo, o más bien sombrío. No había ninguna luz en aquel lugar, solo la de la luna y los rayos que azotaban con fuerza, suspiró y avanzó regando su sangre por el suelo, cuando cuatro figuras emergieron de entre las sombras. Eran distintas, pues cada una vestía una armadura estilo Samurái, de colores rojos al igual que sus máscaras de demonio.

Blazer: El Guerrero LegendarioWhere stories live. Discover now