3. Espíritu fragmentado

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El frío de la noche los recibió una vez que dejaron el monasterio atrás, comenzaron a correr sin parar, mientras los helicópteros sobrevolaban todos los alrededores, Jonathan ni siquiera tenía zapatos, solo unas zapatillas de suela muy fina que pa...

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El frío de la noche los recibió una vez que dejaron el monasterio atrás, comenzaron a correr sin parar, mientras los helicópteros sobrevolaban todos los alrededores, Jonathan ni siquiera tenía zapatos, solo unas zapatillas de suela muy fina que para cuando entraron en el bosque, acabaron rotas y dejando que el frío y el suelo llenara sus pies de sangre.

Aún con todo eso, no se detuvo, sentía el dolor, pero era más poderoso el ver la imagen de todos los que alguna vez conoció, muertos. Después de casi una hora de carrera, se detuvieron.

—Jonathan, espera —exclamó Lee, el agitado hombre se agachó un poco e intentó recuperar el aire.

Por su parte, Jonathan se sentó sobre una piedra, estaba fría y húmeda, colocó sus manos sobre su boca y miró a la nada.

—¿Qué sucedió allá? —articuló sin poder dejar de temblar, y no precisamente por el frío, cada que cerraba sus ojos, miraba a todos sobre el suelo y como la sangre lo pintaba todo.

—No hay tiempo para eso, Jonathan, debemos encontrar un lugar seguro o...

—Todos murieron —lo miró, estaba a punto de llorar.

—Jon... escucha.

—¡Todos murieron, Lee! —sin más rompió en llanto— Todos... Madori, el Maestro Wu, Mado-San, Hayato, el Maestro Lao, Mei... incluso Dakken, todos están muertos, ¿por qué?

—No lo sé —respondió seriamente.

—Debemos hacer algo, no... no podemos quedarnos de brazos cruzados y dejar que hayan muerto en vano.

—¿Y qué harás, eh? Tú mismo lo viste, era una maldita milicia, si nos encuentran, nos asesinarán también. Lo mejor que podemos hacer es buscar un refugio y ver cómo salir del país —se limpió las lágrimas, Lee se acercó a él y sujetó sus hombros con firmeza—. Es lo mejor, Jonathan, anda, hay que irnos.

Comenzó a caminar entre la maleza muerta y la nieve, Jonathan regresó la vista hacia atrás y contempló como el hogar que alguna vez llegó a conocer se consumía en llamas, cerró sus puños, entonces siguió avanzando.

Para cuando amaneció, habían logrado llegar a un pequeño pueblo relativamente cercano al monasterio, tuvieron que robar algo de ropa de un tendedero para pasar más desapercibidos, aunque aún seguían descalzos.

Lee revisaba un cajero automático, estaba convencido que podía conseguir algo de dinero. Jonathan se tapó con el abrigo y bajó la cabeza, todas las personas que pasaban los miraban extrañados y con cierto temor.

—¿Cuál es tu plan? —le preguntó a su maestro. Él volteó de reojo y siguió probando suerte con la máquina.

—Conseguir algo de dinero y comprar unos boletos para el tren más próximo a Tokio. Pero creo que mis cuentas están bloqueadas, carajo —golpeó la máquina—. Vamos a tener que improvisar.

Blazer: El Guerrero LegendarioWhere stories live. Discover now