Capitulo 49

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—Último viaje en el carro todos juntos.—no sé por qué había dicho eso. Habíamos salido del restaurante ya, y había subido a la camioneta de mi padre. Nos dirigíamos al Hotel, al igual que Farouk y Alex en sus respectivos automóviles.

—No va a ser el último.—negó mi padre, dando vuelta a la derecha.

—¿Y qué hicieron con Alex toda la tarde?—preguntó mi madre. Sus pupilas temblaban

¿Como contarle que me despedí de Ethan Rizzo, el hombre que ella me prohibió hablar, justo frente a mi esposo y que luego cantamos a todo pulmón nuestras canciones favoritas y bailamos en medio de una carretera donde cualquiera nos podría ver o incluso chocar con un auto y que luego estuve a punto de besar mi esposo pero me rechazó?

—Escuchamos música y cantamos un poco en el auto.—me encogí de hombros, restándole importancia. Mi padre me observó por el espejo retrovisor, intentando analizarme. Luego sus ojos se dirigieron nuevamente al camino. Giró hacia la izquierda entrando en una elegante avenida.

—Wissam Misri.—le dijo al vigilante mostrándole una tarjeta. Habíamos llegado al hotel en donde se realizaría la boda mañana. El vigilante asintió y le abrió el portón para entrar al estacionamiento.

Farouk, Amira y Alex no habían llegado todavía. En cuanto mi padre apagó el auto, bajé inmediatamente para ayudar a mi madre.

—Lento...—murmuró. Coloqué mi mano en una parte especifica de su espalda para poder empujarla sin que le duela, y la ayudé a salir. Se tambaleó un poco, mareada. Soltó un gemido dolor e hizo una mueca.

—¿Estás bien?—pregunté preocupada.

—Sí, hayete–mi vida–.

Mi hermano cerró la puerta con brusquedad. Mi padre estaba sacando mi maleta del maletero del auto. En ese instante un empleado vestido con un elegante esmoquin color vinotinto se acercó y levantó mi maleta.

Nos dirigió a la recepción. El hotel era enorme, de diez pisos, perfectamente iluminados.

—Wissam, Darin, Christian y Allison Misri. tenemos reservaciones.—mi padre sonrió dirigiéndose al empleado de la recepción. Este asintió, por supuesto que ya conocía a mi padre. Le entregó dos llaves. Una en tenía el número treinta y ocho y otra el número veintisiete.

—¿Por qué dos llaves?—preguntó mi padre confuso.—¿la segunda es de repuesto?

—No, la segunda es la habitación de la señorita Allison Misri.

Los ojos de mi hermano se clavaron en los míos por unos instantes y luego miró al empleado.

—Tiene que haber un error.—frunció el ceño.

《niégate》la voz de Adham resonó en mi cabeza.

—No es necesario, yo duermo con mi familia.—negué con amabilidad. El empleado me esbozó una sonrisa incómoda.

—La habitación de tu familia tiene dos camas nada más. Una matrimonial y una individual.

—Yo duermo en el suelo.—Christian se encogió de hombros. Le miré extrañada ante su propuesta.

—Me gustaría aceptar... pero va contra las reglas. No se puede meter un número de personas mayor a la cantidad de camas. La regla está dispuesta porque un día siete personas durmieron en un mismo cuarto hotel y pagaron una sola tarifa. Y bueno, desde ahí lo prohibieron.

—Está bien.—Mi padre rodó los ojos. Luego miró a su mujer.—¿qué podemos hacer?

—Mi hija duerme conmigo.—negó mi madre.

El Peligro de AmarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora