capítulo 28

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«ves las pistas delante de tus ojos pero las ignoras, pensando que estás paranoica. Pensando que eres tan estúpida como ellos dicen, abre los malditos ojos de una vez»

Sus palabras atormentaban una y otra vez mi mente mientras almorzaba sin ganas en la casa. Mi madre estaba sentada frente a mi, sin dejar de mirarme. Y mi padre a un lado de ella, comiendo incómodo. Mi madre me había llamado para comer y me había obligado a sentarme en la mesa. Le molestaba mi actitud, siempre decía que, «lo que pasó ayer se queda en el ayer» y que no debía ser rencorosa.

«lo que pasó ayer se queda en el ayer, sí, pero maldita loca, el dolor se queda por semanas»

—No deberías adoptar esa actitud grosera.—señaló mi madre en árabe—ya te hemos pedido disculpas. Habla, di algo.
Me mordí el labio para evitar soltarle una grosería. Miré a mi padre en busca de ayuda, y este me miró con firmeza.

—Están disculpados—sonreí con falsedad, lo cual le molestó aún más. 

—Si le hubieras dado a Christian el telefono y ya...

—¡No tiene derecho!—grité. Mi madre soltó el tenedor sobre su plato con un golpe en seco.

—¡Tiene todo el derecho del mundo!—exclamó en árabe֫—¡Tu no tienes derecho de patearle o irrespetarle, es tu hermano mayor!

«Así qué levanta la maldita cabeza y plantale cara al mundo como lo haría la verdadera Allison» Su voz sonó en mi mente como si un de un ángel se tratase.

Y así lo hice.

De un solo golpe, tiré el plato de porcelana junto al vaso de cristal contra el suelo. Me levanté con brusquedad escuchando como se hacían añicos y mi madre gritaba horrorizada.

—¡Él no tiene el maldito derecho de golpearme!—grité. Luego me mordí la lengua con rapidez. Había dicho una grosería. Mi madre se levantó con rapidez intentando abalanzarse sobre mi, pero mi padre se lo impidió. Se retorció en sus brazos mientras mi padre me miraba con fijeza. Sabía que algo había cambiado en mi. Los gritos de mi madre se hicieron más fuertes
—¡Te voy a cortar la lengua!

Mi hermano apareció ante los gritos, como el buen hijo que es, pero corrí hacia el cuarto antes de recibir otra paliza. El sonido del timbre me frenó en seco. La reacción fue automática, mi madre acalló sus gritos al instante.

  Por supuesto, gritar arruinaría la reputación de «familia feliz» que ella intentaba mantener frente a la sociedad.

«¡Shawn!»

¡Me había olvidado! Shawn vendría a mi casa a hacer un trabajo y yo ni siquiera había pedido un permiso. Corrí devuelta hacia la puerta antes que mis padres llegaran.

Abrí la puerta con brusquedad, pensando en decirle que lo dejasemos para la otra semana, pero me quedé anonadada al verle.

Shawn estaba frente a mi, vistiendo una camisa multicolor mostrando su orgullo gay. Tenía un labial vinotinto en los labios y el cabello alborotado, con las uñas pintadas de rojo pasión, nada que ver con los atuendos serios y oscuros que siempre exhibía.

—Quieres que mis padres me asesinen, ¿verdad?—resoplé histérica. Dios mío, mis padres lo ven así y yo estaré en problemas por traer a un homosexual a la casa.

—Quiero ver que lo intenten.—gruñó. Sabía que lo hacía a propósito, quería provocarles. Mi madre habló desde la cocina con voz cantarina.

—Allison, habibi, ¿quién es?—detecté la rabia en su voz, pero mi madre sabía ocultarlo bien.

—¿Siempre es así de hipócrita? llevo cinco minutos escuchando sus gritos.—me miró con lástima, pero él estaba igual de enojado que yo.—A mi no me importa, Allison, yo veo que te alzan una mano y destruiré la casa entera.—su tono de voz era serio y protector. Tanto, que hasta logró cristalizarme los ojos. Estuve a punto de llorar, alguien que apenas me conocía, me dedicaba palabras protectoras y me miraba con cariño.

El Peligro de AmarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora