Capítulo 29

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Observé como el amanecer rayaba el horizonte mientras suspiraba con nostalgia. Siempre me había llamado la atención como el cielo lentamente se enclarecía, iluminándo todo a su paso, desenterrando los secretos que oculta la oscura noche, iluminándo los corazones más profundos.

No había podido dormir en toda la noche, en dos días, he dormido a lo mucho seis horas. El fin de semana había pasado rápido y tranquilo. No habíamos recibido visita, no habíamos salido a cenar con la familia de Alex. De algún modo sentía que después de la calma que había recibido, se aproximaba algo enorme y devastador.

El viernes había empezado regular, despertando en la cama junto a Alex, sollozando en el pecho de un extraño chico de ojos verdes y destrutendo el plato de porcelana y el vaso de cristal en un impulsivo gesto de agresión que horas después me costó caro.

Pero no me arrepentía.

Lo que más le enojó a mi madre, además de que dijera una grosería—por la que me abofeteó tres veces apenas se fueron todos los<<invitados>>—fue el hecho de aceptar hacer grupo con Shawn y llevarlo a la casa. Su actitud fastidió a mi madre y yo recibí el castigo, pero Shawn es hasta ahora, una de las mejores personas que he conocido.

El chico de ojos verdes intentó quedarse el máximo tiempo que pudo, lo sabía, lo veía en sus ojos. Pero al final tuvo que irse, aunque no me quejo. Su  presencia me ponía de los nervios. No sabía exactamente qué había venido hacer aquí.  Según venía a estudiar con mi hermano, pero era imposible.

Mi hermano estaba por el séptimo semestre de Derecho y el chico de ojos verdes estaba en el instituto. Él estudiaba en el maldito instituto... ¿verdad?

No importa cuanto intenté sonsacarle información, era imposible. Seguía siendo un malhumorado de mal caracter, no había nada del chico que me permitió llorar en su pecho, volvía a ser cerrado y arrogante.

—¿Qué coño estás haciendo aquí?—le había dicho en cuanto él entro a mi habitación.

—Estaba buscando el baño—respondió con simpleza. Pero no le creía. Sus ojos me decían que, de algún modo, él conocía cada parte de la casa.

—No me trates como estúpida, estoy segura que conoces cada parte de esta maldita casa pero no tengo idea de como. ¿Qué estás haciendo aquí, en mi casa como tal?

Él asintió sonriendo. Tenía medio cuerpo dentro de mi cuarto y medio cuerpo fuera. Si alguien lo veía, cualquiera pensaría que realmente estaba buscando el baño y no fue una simple escusa para verme. «A veces la mejor manera de ocultar un secreto es dejarlo a la vista...»

Él se relamió los labios con lentitud antes de responderme.

—Bien, estás aprendiendo a no menospreciarte y dejar de pensar que estás paranoica, es un avance. Estoy orgulloso.—sonrió con ironía.

—Respondeme la pregunta—gruñí.—¿quién eres tú?

—¿Cual de todas las preguntas quieres que responda?—su tono era serio, pero presentía que estaba jugando conmigo.

—¿Quién eres tú?

—Mi nombre es Adham—apretó la mandíbula mirándome con fijeza. El nombre se me hizo familiar, pero no podía recordar con exactitud. Observó como mi mente intentaba maquinar una respuesta, un recuerdo, algo con que pudiera explicar la familiaridad del nombre pero no encontré nada. Él se fue, cerrando la puerta con lentitud.
Lo curioso es que, cuando él se despidió de mi hermano y mi madre, esta última se despidió con un «Hasta luego, Daemon»

¿Adham o Daemon?

¿A quién le miente, a mi familia o a mi?

¿Quién es realmente Adham?

El Peligro de AmarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora