Capítulo 8. Lamento ser tan torpe.

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Capítulo 8. Lamento ser tan torpe


La primera hora de física le había sentado fatal, teniendo en cuenta que no había dormido casi nada pensando en lo cerca que estaban los parciales y el primer torneo del año. Soltó un bostezo pensando que quizás podría saltarse su segunda clase, después de todo tenía las llaves del carro porque era su semana con él, y podría dormir por lo menos una hora y media.

Caminaba hacia el estacionamiento cuando alguien tiró de ella. Alexis estaba lista para soltarle un golpe a quien sea que hubiera tirado así de ella, no estaba de humor para soportar a nadie. Pero cuando vio a Gabe, su instinto asesino se apagó.

—Imbécil —lo empujó del pecho haciéndolo reír.

—Qué hija de puta me ibas a dejar sólo en química.

—No me jodas, Gabriel, no he dormido en toda la noche —se quejó cuando su amigo pasaba su brazo alrededor de sus hombros y la guiaba hacia el laboratorio.

—¿Nerviosa por el partido? —preguntó llevándose la parte de atrás de la pluma que traía a la boca— venga... mi equipo de mierda es el que debería estar nervioso. ¿Escuchaste los rumores? —Alexis le prestó atención animándolo a que continuara. —Pues River Valley ha estado teniendo problemas financieros. El tío de Jay está en la junta directiva y le dijo que probablemente cierren el equipo varonil de fútbol si no ganamos esta temporada.

—Mierda, ¿y es oficial? —preguntó Alexis abriendo las puertas del edificio donde estaba el laboratorio.

—Según Jay, esta noche en el entrenamiento nos lo dirán.

—Qué fuerte —dijo la pelinegra— pero debe haber algo que podamos hacer, ¿no? En plan, una huelga, reunimos firmas y presentamos una queja, yo que sé Gabe, hagamos algo.

—No tiene caso —dijo Gabe desanimado— el rector es un hijo de puta, el dinero que está gastando en el equipo varonil se lo podría estar metiendo al bolsillo justo ahora. Y es lo que desea hacer la temporada que sigue.

Alexis y Gabe entraron al laboratorio. Mientras ambos tomaban una bata, Alexis escuchaba de fondo al profesor decir apellidos al azar. No entendía muy bien de qué iba, y se dedicó a bromear sobre lo grande que le quedaba la bata a Gabe, cuando el señor Lanchman pronunció su apellido.

—¿Sí? —lo miró.

Lanchman señaló con su pluma hacia la mesa del fondo. —No pierda el tiempo, su compañera la espera.

Gabe le palmeó el hombro y murmuró. —Sí Alexis, su majestad la espera.

Alexis caminó hacia el fondo del laboratorio encontrándose con Mía, que encendía el mechero bunsen con cuidado. Cuando Mía levantó la mirada maldijo por lo bajo.

Alexis dejó sus cosas sobre la mesa. —Vaya, los caprichos del destino.

Mía le pasó una probeta sin mirarla —Llénala con 50 mililitros de agua.

Alexis asintió. Sabía que Mía estaba molesta con ella, como de costumbre, por su poco tacto al hablar. Y a diferencia de las veces pasadas, esta vez sí que quería ser cuidadosa y no una imbécil que no pensaba al decir las cosas, así que durante el resto de la clase, Alexis sólo se dedicó a obedecer las órdenes de Mía.

Había sido un poco incómodo el resto de la hora. Porque aunque ambas no fueran las grandes amigas y siempre terminaran peleadas. De alguna manera las veces que compartían tiempo juntas por casualidad, había algo sobre qué hablar, aunque sólo fuera para picarse con comentarios sarcásticos y ofensivos, o como la última vez que hablaron, que fue diferente a las pocas veces que lo habían hecho.

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