Capítulo 40.

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Capítulo 40.


Alexis.


Había algo sobre la habitación de Mía Bellizzi que era casi tan adictiva como ella, y después del quinto rollito de sushi supe que el hecho de que su dulce olor a frutilla se desprendiera de prácticamente cada rincón y cada objeto, tenía mucho que ver.

Su habitación gritaba niña pija, con todo y sus cojines afelpados, su alfombra rosada y las decenas de trofeos escolares y fotografías que abundaban sobre las encimeras. Mía Bellizzi era todo el cliché completo de la linda y popular estudiante "americana" con una A sobre la frente, y la palabra éxito pegada en el trasero. Aquello me hizo sonreír, éramos tan diferentes y aún así aquí estábamos, compartiendo la cena sobre su costosa cama con ella intentando controlar el tono de su risa cada vez que intentaba atrapar entre mis palillos chinos el molesto mosquito que nos rondaba desde hace un rato por culpa de las ventanas abiertas.

—¿Cómo está Gabe?

Me encogí de hombros tomando otro rollito, era el último, diablos, las cosas buenas duran poco. —Con sangre seca dentro de la nariz y una enorme bandita de spiderman.

Mía asintió comprensiva. —¿Piensas que sus padres presentarán cargos?

—Nah —sacudí la cabeza— pactamos mantenerlo en secreto, yo tampoco le he contado nada a Luce ni a Aaron, les he dicho que me caí en el entrenamiento matutino. Él ha dicho lo mismo, creo que se siente culpable, al final del día todos sabemos que no es bonito cuando descubres que te han estado viendo la cara durante un largo tiempo.

—Pero Kiara dijo que el director Brown estaba furioso con Xavier, incluso dijo que había presentado una queja en la Universidad de Chicago.

—Lo hizo —Asentí con la boca llena— pero el tipo está forrado en dinero, no creo que le afecte mucho una demanda de nuestra parte ni un regaño por parte de su Universidad.

—Sí... supongo que tienes razón —sostuvo pareciendo pensativa— Nate me ha dicho hoy que su mamá es la cabecilla de un gran bufét de abogados en Chicago.

Asentí lentamente mirándola mientras tragaba el resto del sushi. Segundos después sus ojos buscaron los míos, parecía entre apenada y culpable. Se llevó un mechón de cabello tras la oreja y apartó sus ojos llevándolos hacia algún punto a mis costados.

Solté una risa queriendo apaciguar el momento y me incliné un poco a ella que estaba frente a mí cruzada de piernas. —Tranquila, que te quiera partir la boca de un beso cada vez que te miro no es sinónimo de que me pondré a llorar cada que menciones a Nate —resoplé fingiendo estar ofendida y me eché hacia atrás recargando mi espalda sobre el respaldo de la cama— soy mejor que eso Mía Bellizzi, te he dicho que no te creas tan especial, vale.

Ella por su parte puso los ojos en blanco en una encantadora cara de fastidio mientras yo reía entretenida.

—A veces eres tan insufrible ¿Lo sabías? —Mordió sus labios procurando no sonreir, y yo sólo deseé con todas mis fuerzas tirar de su labio inferior juguetonamente entre mis dientes y rematar con un beso.

De pronto se sentía tan bien no cargar con mi patético secreto todo el tiempo, al menos no con ella. ¿No era irónico que Mía siempre fuese la primera persona en saber mis secretos? Incluso uno como este, el cuál la involucraba enormemente y aún así, no me sentía fuera de lugar con ella. Maldita sea, por qué me vine a meter en esto justo con ella, con mi única amiga.

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