Epílogo

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—¡Amelia! —Los brazos de Matías me sostienen por detrás, mientras trato de alcanzar a la loca roba maridos—. No la sueltes, Ronny —le advierte a nuestro empleado que sostiene a la zorra de Ángela.

¿Cómo es que estoy en esta situación? Fácil, ella es una "cliente" que ha venido muy seguido y la descubrí acosando a mi esposo. Al principio lo dejaba pasar, porque seamos sinceros, Matías es un hombre apuesto que llama la atención donde quiera que llega.

Pero ha sobrepasado todos los límites al toquetear sin ningún pudor a mi chico. ¡Es una acosadora de lo peor! Por eso no me aguanté y la tomé de las greñas para que respete y se respete.

Me suelto del agarre de Matías, le doy una mirada de muerte y me retiro pisando fuerte. No me importa que luzca como una chiquilla loca, quiero darle a entender que estoy molesta, celosa y con ganas de asesinar a alguien.

Salgo de ahí hecha una fiera, camino entre los árboles con los puños apretados y pateando las piedras que voy encontrando. Me detengo en una roca que está rodeado por un lago de aguas cristalinas, es parte de nuestra casa y era el lugar donde no podía venir por lo sucedido cuando era niña.

No niego que a veces me da miedo, pero he aprendido a convivir con él porque será parte de mí. Está ahí, pero no es más fuerte que yo y eso es suficiente para seguir adelante.

Escucho sus pasos, me encojo en mi lugar, esperando su toque y él se detiene a unos centímetros de mí. Su olor inunda mis fosas nasales, estoy molesta, sí, pero me permito cerrar los ojos y disfrutar de su esencia.

—¿Qué fue eso, Amelia? —Me giro para encararlo y pongo ojitos de inocente.

—No sé de qué me hablas, Matías. —Desvío mi mirara al ver como rueda los ojos.

Sus brazos me levantan de la gran piedra y acorta toda distancia que había entre nosotros. Coloco mis manos en su pecho, puedo sentir sus músculos firmes y su corazón latiendo salvajemente.

—No puedes actuar así con los clientes, amor. Solo era dejarlo pasar. —Me suelto molesta, él me está haciendo quedar como una loca y no es así.

—¿Eso quiere decir que cualquiera puede faltarnos el respeto y no hacer nada?

—No es eso, cariño. —Me atrapa nuevamente y levanta mi mentón para que lo mire directo a los ojos—. Tienes razón, Ángela pasó sus límites, pero no te molestes, sabes que eres el amor de mi vida. —Asiento embelesada, perdida en esos orbes miel que me observan con tanto anhelo.

Me besa despacio, saboreando cada rincón de mi boca, con deseo y pasión.

—¿Recuerdas cuando nos casamos? —Asiento aún en las nubes, mientras acaricia mis mejillas y besa mi frente.

Nunca olvidaré ese día, estaba como loca porque se me había pasado pedir los bocadillos a tiempo, tenía un montón de trabajo y no dormía bien tampoco.

El hecho es que fue un desastre, Matías le pidió a su hermana que me ayudara porque ella venía de viaje para estar en la ceremonia. Pues, aconteció que su vuelo se retrasó y llegó el mismo día de la boda.

Me encontró encerrada en el baño, llorando porque el vestido no me servía, no sabía cómo peinarme y me había salido un barrito en la misma nariz. Cuando ella habló con Matías para contarle todo esto, el muy idiota se arrastró de la risa y sus palabras fueron: "ya sabía yo que una boda de Amelia no podía ser normal". Eso me enfureció aún más, yo estaba muy preocupada y él tomando las cosas a chiste.

Al final tuvimos que improvisar, decoramos el patio de la casa y la madre de Matías se encargó de comprar los bocadillos y comida. Raquel —la hermana de él— arregló mi vestido, me quedó de maravilla y se encargó de mi maquillaje y peinado.

Al final del día, fue una celebración maravillosa, con pocos amigos y familiares. Fue el mejor día de mi vida, a pesar de todo, y lo recordaré por siempre.

—Yo también te amo, mamá

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—Yo también te amo, mamá.

Esas palabras retumban en mi cabeza, sus manos son tan suaves al igual que su pelo. Ruth, mi niña.

Los recuerdos de cuando tuve a nuestra hija invaden mi mente, se me había adelantado el parto y llegó al mundo en el carro. Yo gritaba como loca las diferentes muertes que le daría a Matías y él trataba de mantenerme tranquila. Fue un caos, como todo en mi vida, pero todo cambió cuando vi por primera vez la carita de mi bebé.

—Perdóname, no sé que me pasó. —Agacho la cabeza con pesar, sé que este mal estará conmigo para siempre.

—No te preocupes, mamá, no importa las veces que olvides, siempre buscaremos la forma para que recuerdes. —Sonríe y me toma de la mano, guiándome hacia la salida.

Mi casa no es grande, pero es acogedora y hemos hecho historia aquí. Es nuestro refugio después de un día de trabajo o escuela.

Salgo al jardín, diviso a Matías plantando algunas verduras y me le acerco, sonriendo como boba. Su enterizo azul oscuro tiene manchas de tierra, pero aun así, se ve tan bien.

—Siento que me has extrañado. —Asiento y lo abrazo con todas mis fuerzas, aspirando su olor.

Se da cuenta cuando olvido algo, es seguido y varía de importante o no. Ese es nuestro código para saber si ha sucedido. Pasa pocas veces y es cuando me estreso demasiado, pero ellos saben traerme de vuelta.

—Lamento todo lo que han tenido que pasar, amor. Ruth no se merece esto —hablo con pesar, es difícil vivir con alguien como yo.

—No te preocupes por eso, Amelia, ella y yo te amamos y estamos dispuesto a lo que sea por ti. —Corta una gardenia y me la pasa—. ¿Lo recuerdas? —La tomo, asintiendo efusivamente.

—Nunca lo olvidaría.




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Has sido tú © [Disponible En Físico]Where stories live. Discover now