Capítulo 7

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Ruddy me ayuda a salir del taxi, me toma de la mano y caminamos hacia el edificio donde vivo. No he parado de llorar por Violeta y eso hace que me sienta horrible porque me he mostrado vulnerable ante, prácticamente, un extraño.

Él, en cambio, me ha estado consolando y juró que la iba a recuperar. No sé qué pensar de lo que acaba de ocurrir, ni entiendo como alguien como Ruddy puede salir con esos hombres. Parecían personas muy peligrosas, su forma de hablar y mirarme aún me causan escalofríos.

Vislumbro la figura alta de mi mejor amigo que se mueve de un lado a otro frente a la puerta de mi apartamento. Ruddy se detiene, lo observa y retrocede con temor.

—Creo que debo irme, Amelia, recordé que tengo algo pendiente y estoy tarde. —Asiento confundida por su reacción tan repentina, él estaba muy normal y de un momento a otro cambió su postura.

—Está bien, muchas gracias...

—¡Amelia! —Matías me interrumpe y se acerca a nosotros como un rayo—. ¿Estabas llorando? —Toma mi rostro entre sus manos y lo verifica con detenimiento.

Sus ojos se posan en Ruddy, que luce tenso y tiene la cara hacia otro lado evitando mirar a mi amigo. Me suelta y en un movimiento rápido, lo estampa en la pared y aprieta su cuello con saña.

Un grito ahogado sale de mi garganta al ver como el rubio trata de zafarse de su agarre, pero Matías presiona aún más.

—¡Si le pusiste un dedo encima te voy a matar, mal nacido! —le grita en la cara y lo golpea en la entrepierna. Ruddy cae al piso encorvado y gimiendo de dolor.

Me acerco rápidamente y me agacho para verificar su estado.

—¿Estás loco? —Me levanto y empujo furiosa a Matías que me mira dolido—. Él no me hizo nada, idiota, es todo lo contrario. —Sus ojos se suavizan y observa con pesar al pobre, que aún está quejándose por el dolor.

—Se supone que no debías salir sola, Amelia, ¿tienes idea de lo preocupado que estaba por ti? Y encima no contestabas mis llamadas.

Quiero decirle tantas cosas, en cambio, solo lo miro con odio y me agacho para ayudar a Ruddy a levantarse.

—¿Estás bien? —Se apoya en mí y se levanta.

—Sí —responde mirando fijamente a Matías con rabia y odio—. Debo irme, Amelia. —Asiento y lo acompaño hacia la salida.

—Me disculpo por mi amigo, él no es así siempre, no sé qué le pasó —excuso al imbécil de Matías, siendo consciente de que se le pasó la mano.

—No te preocupes, nos vemos otro día. —Sale del edificio. Suspiro y camino de nuevo hacia mi apartamento.

Saco la llave de mi pantalón, Matías está parado a unos metros de mí y me mira profundamente. Lo ignoro, entro a mi hogar y él lo hace también en un movimiento rápido antes de que cierre la puerta.

—Perdóname, Amelia, pensé que ese tipo te hizo algo malo. —Asiento desganada y camino hacia mi cuarto.

Me dejo caer en la cama, me hago bolita y lloro nuevamente al pensar en todo lo que pasó. Siento como acaricia mi pelo, luego mis mejillas, limpiando cada lágrima.

—S-Se llevaron a Violeta —balbuceo y escondo mi rostro entre sus piernas.

—¿La motoneta? —Asiento y lloro más fuerte. Sus brazos me arropan y me estrecha entre su pecho.

Rodeo su cuerpo con los míos, aspiro su rico olor y me relajo al sentir como acaricia mi espalda de arriba abajo.

—Perdón por no estar ahí, se me presentó algo que no pude dejar pasar. —Recuerdo que me dejó plantada y cómo su novia me insultó.

Has sido tú © [Disponible En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora