Capítulo 43

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Retrocedo, presa del miedo y temblando como una hoja. Sus ojos siguen cada uno de mis movimientos, se acerca despacio y de su garganta salen silbidos burlescos. Mi espalda choca contra la pared, no tengo salida, y sollozo más fuerte.

Agacho la cabeza al sentir su respiración, me asqueo al percibir su aliento alcoholizado. Levanta mi mentón de manera brusca, sus labios están curvados en una sonrisa llena de maldad y satisfacción.

—Lo que daría porque el idiota de Ruddy vea esto. —Se carcajea y de un movimiento rápido me avienta en la cama.

Su peso sobre mí me asfixia, gruñe tratando de mantenerme quieta y me da un puñetazo que me deja aturdida. Aun así, no se lo dejo fácil, me muevo de manera violenta y lo pateo varias veces haciendo que retroceda.

—¡¡Ayuda!! —vocifero con todas mis fuerzas y escucho como maldice entre dientes.

El brillo del filo de la navaja que saca de su pantalón me deja muda, se acerca, rojo de la ira, y me abraza por la espalda. Siento como coloca el arma en mi cuello y presiona levemente.

—Vuelves a hacer eso y te mato, estúpida perra. —Me paralizo, no sé qué más hacer para salir de esta situación. Dejo caer los hombros resignada, es inevitable, moriré en cualquier momento en manos de este hombre.

Recuerdos de mi niñez pasan por mi cabeza: de mis padres, de Matías. Todos los momentos importantes, los paseos, mis correteos por el patio de la casa. Era tan feliz, tan ajena de la red de mentiras que se estaba tejiendo a mi alrededor.

Salgo de mis pensamientos al sentir como Joseph me besa de manera brusca, muerde mi cuello y lo empujo con todas mis fuerzas. Escucho su risa, como se burla de mí y susurra cosas que no entiendo.

Entonces me veo de niña de nuevo, correteando en medio de los árboles, riendo como si nadie me estuviera espiando. La bestia estaba ahí todo el tiempo, su mirada me aterraba, pero también había algo en él que me hacía confiar.

Es mi familia, nunca me hará daño.

El tío Tony me golpea, no entiendo por qué me hiere. La cicatriz en su cara se ve más horripilante, es como si me hablara, dice que no es bueno.

—¡Matías, Matías! —vocifero a todo pulmón, pero es inútil. Él nunca llega...

Mis gritos se intensifican, siento que pierdo la razón y mi juicio se va nublando.

El cuerpo sobre el mío me asfixia, me asquea sentir ese olor a tabaco y alcohol. Sus manos en mi piel son como dagas que me lastiman, hala mi pelo con fuerza y me obliga a mirarlo a los ojos.

Ya no siento su peso de repente, diviso como se aleja de mí con los ojos muy abiertos. No entiendo qué es lo que está pasando, pero ahora Irina está a mi lado, sus manos ensangrentadas y Joseph gimiendo de dolor en el piso.

Las lágrimas me nublan la vista, el nudo en la garganta se vuelve asfixiante y el dolor de cabeza me tiene desesperada. Ella pasa sus manos por mi cuerpo como buscando algo, sus ojos marrones mojados por el llanto y su pecho sube y baja descontrolado.

—Nadie merece vivir ese infierno. —Sus palabras retumban en la sucia habitación, opacando los quejidos de Joseph, acallando mis gritos internos.

—¡Déjala! —Giro mi rostro en dirección a la voz masculina, encontrando a Andy que me mira horrorizado.

Se acerca a nosotros a pasos rápidos, se abalanza sobre Irina y la aleja de mí con saña. Chillo porque forcejean como dos fieras, trato de decirle que no es lo que cree, pero nada sale de mi boca. Se dicen cosas que no logro entender, puedo sentir el odio y rencor que se tienen desde donde estoy.

Los recuerdos de cuando conocí a Andy inundan mi cabeza. Era una tarde calurosa, yo había salido a comprar un helado y él hizo que se me cayera porque caminaba de prisa. Ya lo conocía, Irina me lo había presentado, pero por alguna razón no recordaba haberlo visto antes.

No sé si fue por el vacío que había dejado Matías, pero Andy me gustó y le dije que sí cuando pidió ser mi novio. Ahora está claro para mí, no sabía que tenía algo con Irina y ese hecho me llena de una paz inexplicable.

Él la conocía muy bien, incluso me advirtió sobre lo que había hecho la noche que desapareció. Me rio sin gracia, él también se fue sin avisarme, un día desperté y simplemente no estaba.

Salgo de mi trance al ver como Irina se zafa de su agarre y se acerca a Joseph —que aún se queja en el piso en medio de un charco de sangre—, toma la navaja que este tenía y se abalanza sobre Andy. El forcejeo que tienen me deja horrorizada, pelean como si se odian y quieren acabar con la vida del otro.

Mis ojos se posan sobre la puerta abierta, lo dudo por un segundo, pero me levanto como puedo y me acerco a la salida. Camino por la vieja casa, salgo a una sala maloliente y con desechos por todas partes.

Me tambaleo, mi cuerpo se siente pesado y me cuesta mantener los ojos abiertos. Escucho voces a mi alrededor, sonidos de ambulancia y pasos rápidos. Los brazos que me sostienen son cálidos, siento como me cargan y acarician mi pelo suavemente.

Quiero alejarme, deseo gritar que el cuerpo me duele y que solo quiero descansar un rato. Me posicionan sobre una superficie blanda, movimientos me hacen vibrar y siento un picor en el brazo.

Percibo que floto; ya no hay más dolor, no hay pesar y todo entumecimiento se ha ido. La paz que me rodea me hace sonreír, quiero estar así para siempre. Busco en mi mente algo que me haga recordar el porqué de esta satisfacción, pero no encuentro nada.

Entonces permanezco de esta manera: tranquila, en armonía, feliz.




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Has sido tú © [Disponible En Físico]Where stories live. Discover now