Capítulo 21

4.6K 571 121
                                    

Ruddy me ayuda a bajar de Damián —su motocicleta favorita— y retiro el casco de mi cabeza, dejando libre mi cabellera. Luego de que salimos de la playa, me llevó a su casa y dimos un paseo en ella.

También fuimos al lugar donde él corre algunas noches, según me dijo. Me sorprendí muchísimo el hecho de que participara en carreras ilegales, este chico es una caja de sorpresas. Se sinceró conmigo, me explicó que lo hace para liberar energía y eso lo ha ayudado en parte a no drogarse.

No quise juzgarlo, pero no debe dejar de hacer algo malo con otra cosa peor. Presencié una competencia y casi muero del susto al ver la velocidad que toman esas motocicletas.

—He pasado el mejor día de mi vida. —Se acerca y me acorrala entre sus brazos.

Asiento nerviosa, la realidad es que me da miedo estar con él y todo lo que implica. No obstante, me da pesar dejarlo de lado. Quizás podamos ser amigos después de todo, pero necesito saber qué piensa hacer con los maleantes y lo que cometieron.

Soy consciente que ya estoy metida en el problema al igual que Matías, eso me da escalofríos porque deberíamos ir a la policía, pero es difícil. ¿Qué pasará si nos arrestan? A mis padres les daría un infarto, tanto que me rogaron para que no me fuera de casa y mira en el lío que estoy metida ahora.

Suspiro resignada, voy a hablar seriamente con Matías para que entre los tres podamos buscar una solución.

—Yo la he pasado bien también, Ruddy. —Trata de besarme, pero desvío mi rostro hacia otro lado—. Es mejor que quedemos como amigos. —Asiente dolido y se aleja.

Mi corazón decae al ver tanta angustia en sus ojos claros, no quiero hacerle daño y por eso es mejor ser sincera con él.

—Entiendo, me estás juzgando y no comprendes nada de lo que pasó —habla con reproche y altanería.

—No es eso, pero por ahora eso es lo único que puedo ofrecerte, una amistad sincera. —Me arrebata el casco de la mano, se sube en la moto y desaparece como un rayo por la carretera.

Entro cabizbaja a mi apartamento y lo primero que veo es a Irina en el sofá abrazada a una flor enorme blanca. La fragancia que emana me hace cerrar los ojos y pensar que ya he vivido un momento así. Algo se mueve dentro de mí, me paralizo y me quedo observando la hermosa planta.

Mis ojos se llenan de lágrimas, el dolor que siento en el pecho es tan grande que me hace jadear. Una gardenia. No sé por qué me pongo así si en la floristería de Dan la veía diariamente, pero ahora se siente tan diferente.

—Amelia, llegaste, qué bueno. —Se acerca, oliendo la hermosa flor y sonriendo satisfecha—. Mira lo que me regaló Matías, ¿no es hermosa? —Asiento, incapaz de proferir palabra alguna y camino directo a mi cuarto.

Abro la puerta y de mi garganta sale un grito desgarrador al notar lo que hay encima de mi cama. Mi cuerpo tiembla de arriba abajo, siento los sudores bajar de mi frente a mi cuello y mi cabeza se llena de imágenes aterradoras.

Un muñeco yace en mi cama, desnudo. Pero eso no es lo horripilante, su cara está cortada, como si le hubiesen pasado una tijera a propósito. Mi vista se nubla, me tambaleo y caigo al piso sin fuerzas. Poco a poco todo se torna oscuro.

Escucho personas discutiendo, es lejano y los murmullos se intensifican

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Escucho personas discutiendo, es lejano y los murmullos se intensifican. La cabeza me duele, siento frío y me arde el brazo derecho. Quiero abrir los ojos, los aprieto y lágrimas salen de ellos sin control. No sé quién soy, no sé donde estoy ni por qué me siento así.

—Amelia. —Abro mis ojos y Matías me mira con pesar. Ah sí, soy Amelia y él es mi amigo.

Sus ojos están rojos, luce angustiado y su cabellera rizada está hecha un desastre. Pasa sus manos por mi cara varias veces, limpiando mis mejillas húmedas.

—¿Qué me pasó? —Trato de sentarme y él me ayuda.

—Sufriste un desmayo —habla con pesar—. Dime qué fue lo que sucedió para que te pusieras así. —Abro la boca para decir algo, pero la cierro de golpe.

Entonces lo recuerdo: el muñeco,  la cicatriz. Mi cuerpo tiembla y empiezo a llorar de nuevo. Matías se sienta en mi cama y me abraza fuertemente. El calor de su cuerpo me relaja, su olor me calma de una manera que no logro explicar.

—H-Había un muñeco horrible en mi cama, Matías —balbuceo entre sollozos. Se aleja un poco de mí y seca mis mejillas con sus dedos con suavidad.

—¿De qué estás hablando, Amelia? —Nos giramos y vislumbro a Irina parada en la puerta de mi cuarto—. Cuando te escuché gritar corrí a tu encuentro y no encontré nada. —Niego presa del miedo y me acerco más a Matías con temor.

—Si ella dice que vio eso, lo vio —mi amigo me defiende y ella lo mira molesta.

—¿Dónde está entonces? Creo que Amelia está viendo alucinaciones, eso no me gusta, prima —habla con pesar, haciendo que se me encoja el pecho. ¿Me estoy volviendo loca?

—Tómate este té, linda, te sentirás mejor. —Mis manos temblorosas agarran la taza humeante y le doy pequeños sorbos al contenido bajo la atenta mirada de ellos dos.

Matías mira hacia todos lados como buscando algo y luego sus ojos se posan sobre mi prima. La mira de una manera que no logro descifrar, pero tampoco quiero pensar mucho en eso. Si ellos tienen algo es su problema, no me queda de otra que aceptarlo aunque me duela.

—Vengo en un momento, Amelia, tengo algo que hablar con Irina. —Asiento con pesar. Me da un beso en la frente, se levanta de mi cama y camina hacia la salida con ella detrás.

Suspiro resignada, luego pensaré qué haré con esto que siento con él. Por ahora, debo preocuparme con lo que está pasando en mi mente, quizás he soñado tanto con ese hombre de la cicatriz que vi el muñeco. Pero parecía tan real, estaba aquí justo donde me encuentro.

Mi teléfono timbra, me levanto con cuidado y lo tomo. La llamada se corta y me percato que tengo muchas perdidas de mis padres. Me alarmo, algo grave debe estar pasando para que estén tan desesperados.

Marco el número de mi papá, lo levanta al primer timbrado y puedo escuchar como respira con dificultad.

—¡Amelia! ¿Dónde estabas que no tomabas el teléfono? —Su voz es dura y estoy consciente que va a empezar una charla de horas.

—Me dormí, papá, estoy bien —miento porque sé que hará un drama por una tontería.

—Bien, tu madre y yo necesitamos que estés aquí mañana a primera hora. —Abro los ojos en sorpresa, eso es imposible.

—No puedo, papá, mañana tengo universidad y trabajo. —Escucho que carraspea como cuando se siente molesto.

—No importa, Amelia, debes venir a la casa. Es un asunto muy importante y no está a discusión. —Me cuelga, dejándome paralizada. ¿Ahora qué habrá pasado?




 ¿Ahora qué habrá pasado?

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Has sido tú © [Disponible En Físico]Where stories live. Discover now