Parte 14 ☕

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Taehyung iba comiéndose las uñas prácticamente, ese mismo viernes durante su clase de proyecto dejó los borradores de su trabajo; esperando la evaluación y ansiada aceptación de la catedrática. No es que estuviera inseguro ante su trabajo, es más, estaba mas que conforme, pero había cometido algo que no se debe hacer: cambiar su presentación. Fue cuando la hora terminó y todos comenzaron a irse para cambiar de curso que supo que todo llegó a su fin. La licenciada alzó la mano al momento en el que se acercó, deteniendo su paso.

-Kim Taehyung -dijo, con voz clara y precisa.

Él asintió, esperando de forma inquietante frente a su escritorio. La puerta del salón había sido cerrada, y la mujer con elegantes tacones y falda larga se encontraba de brazos cruzados en una postura que le hacia saber quién tenía el poder allí. Sus lentes resbalan por el puente de su nariz y no se molesta en ponerlos en su lugar en lo que vuelve a tomar su carpeta, leyendo el nombre anotado allí. Entonces alza la mirada, ojos rasgados, profundos, algo cansados con el paso de los años, pero vibrantes. Un sin fin de sensaciones saber por su columna vertebral y chocan en su cabeza. Sin decir una sola palabra le extiende su carpeta y le da la espalda para recoger su bolso. Taehyung decae, yendo hacia la puerta, escuchando antes su voz.

-Me decepciona que hayas cambiado de área, Kim Taehyung. Pero -Taehyung giró a verla-. Me emociona tu proyecto. Espero verlo en primer lugar el día de la exposición.

Taehyung inclinó el cuerpo ante ella, casi exageradamente, y salió del aula con el corazón yendo a mil. Sinceramente, no le importaba nada más, aún si la catedrática hubiera rechazado su proyecto, ya estaba en marcha, y necesitaba sacarlo.

Quería que él lo viera.

Únicamente el sonido de sus pies moviéndose tan rápido llegaba hasta él, junto con el de su corazón bombeando al digno ritmo. Se llevó el antebrazo hasta la altura de su frente y limpió las gotas de sudor que se formaban en su piel. Normalmente, corría a velocidad leve que le diera el tiempo suficientemente de poner su cabeza en orden pero ese día sólo quería dejar de escuchar todo y sólo trotar hasta el trabajo. Se detuvo un momento antes de llegar, junto al callejón trasero del lugar donde trabajaba y sonrió dejando allí el último recuerdo de Haerin, que lo regañaria cada vez que fuera a fumar en sus descansos. Una vez listo continuó su camino hasta la puerta principal del local siendo recibido por su compañero de trabajo.

-Eh, Taehyung. -Le saludó Hyungowon, alzando una mano hacia él siendo que en la otra sostenía un vaso destarcable de café.

A Taehyung nunca le agradó el café, ni su sabor que le traía de los más amargos recuerdos, pero últimamente comenzaba a familiararse con el, y con su aroma.

-Hola, Hyungwon.

Se alejó del mostrador hacia la parte del fondo donde sacó de su bolso su uniforme, debido a que días en los que sus horarios de clases se extendían no le daban tiempo de ir hasta su departamento y cambiarse, así que siempre tenía que tener todo listo. O Jimin solía llevárselo hasta allí. Al acabar de vestirse volvió a colocarse sus confiados tenis, algo gastados ya, pronto tendría que comprarse algún otro par. Con esto en mente tomó su celular y revisó su cuenta bancaria. Echó un suspiro y volvió a guardarlo, sin entender por qué aún se remordiaba tanto en eso. Aquellos números solían ponerle un poco enfermo, sentía que se había vendido de forma indirecta hacia los deseos de un hombre que realmente jamás conoció, entonces tener tanto dinero era sólo una muestra de que su padre había ganado. Lo patético de todo era que lo aceptaba.

Fue hacia su compañero, escuchando cómo hablaba con alguien más y reía. Al acercarse pudo identificar la cabellera negra junto el aroma a café y hojas secas de otoño que lo caracterizaba. Se detuvo antes de que pudiera verlo y se dedicó a mantener la mirada en él. Jungkook lucía bien como siempre, pero aquél día brillaba un poco más, quizá debido al inusual hoodie rojo que usaba. Desde que recuerda haberlo conocido no lo vio usando otro color que no fuera el negro o playeras blancas. El color resaltaba en él, en el tono de su piel y su mirada alegre. No podía ver más allá del hoodie porque el mostrador interferia, pero estaba seguro que estaría llevando unos jeans ajustados y sus botas altas, pero además de todo, en su muñeca juguetaba la pulsera que le obsequió.

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