Parte 22 ☕

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Namjoon llevaba dando vueltas durante treinta minutos, antes de eso había estado esperando impaciente recibir alguna noticia que le dijera sobre el estado de Jeongin sin idea de cuánto tiempo pasó desde entonces. Las horas se sentían interminables en aquella situación de espera constante.

-Tú... eres Namjoon, ¿no?

Una señora alta y de cabello rojizo corto se acercó a él con toda confianza, Namjoon trato de identificarla pero ante sus intentos nada se lo ocurría. Ella rió al darse cuenta y le extendió su mano.

-Lo siento. Soy madre de Jeongin. Él dijo que estaría aquí un chico de cabello azul.

-Oh... -Se inclinó ante ella y le estrecho la mano-. Soy Kim Namjoon, sí. Un gusto, señora Yang.

-Oye, Namjoon. Cuida de mi hijo, ¿está bien?

Miró hacia ella y asintió.

-No tiene de qué preocuparse. Le quiero.

-¿Qué tanto? -interrogó, con cierto deje de preocupación.

-Nunca haría nada que lo lastimara.

La mujer le sonrió de una forma agradable y sencilla, como si antes hubiera esperado por mucho que alguien llegara y quisiera a su hijo como ella lo hacía, como estaba segura de que Namjoon lo haría.

-¿Familiares de Yang Jeongin?

Ambos miraron hacia el cirujano, Namjoon le tomó la mano a la mamá de Jeongin, y se acercaron. El doctor les sonrió.

-Todo fue un éxito. Debe reposar durante veinticuatro horas y lo daremos de alta.



Tuvo que pasar la peor noche de su vida en una celda completamente solo con algo de frío, apenas había podido llamar a su hermano durante cinco minutos permitidos, de sentia tan perdido y confundido. Sólo pensaba en ir a casa y ocultarse bajo las sábanas durante un mes. Ni siquiera podía imaginar el tipo de reacción que podría tener su abuelo si se enteraba, aún no podía lidiar ni con el rostro pálido de su hermano al ver que lo llevaban esposado. Los oficiales le dijeron que las pastillas que poseía eran LSD y con una cantidad suficiente para tumbar a un caballo, pero no era suyo y no imaginaba a nadie en el planeta que le quisiera plantar eso durante una feria. Habían tantas cosas mal en esa historia y todo parecía ir bien cuando estuvo con Taehyung.

-Jeon Jungkook.

Al momento de escuchar su nombre se puso de pie, un oficial llegó junto a su hermano.

-¡Hoseok hyung! -Se acercó a la reja, siendo otra vez apartado por el oficial-. Lo siento.

-Esta bien, sé que no tienes nada que ver en esto. Tú no podrías... Dios, aún te gusta beber leche tibia en las mañanas.

-Hyung...

-Di la verdad, Kook. Eran de él, ¿no?

Deseó nunca haber escuchado tal pregunta porque su mente era una enredadera pero no podía asociar en eso a Taehyung. Él era absolutamente incapaz.

-No lo cubras, Jungkook.

-No, él no haría algo así...

-¡Sé que te gusta ese chico pero no lo cubras! ¿No ves que es malo para ti?

Se alejó aún más de la reja, negando con la cabeza repetidas veces.

-No sabes lo que dices. No lo conoces.

-¿Entonces asumes lo que hiciste?

-¡No! Yo no consumo drogas, Hoseok hyung.

-¿Qué esperas que crea, Jungkook?

-Necesito que creas en mí.

Hoseok pensaba en que no faltaba mucho hasta que estuviera finalmente fuera de sí, ¿por qué estaba lidiando con eso cuando debería estar acompañando a Clara?

Quizá las cosas hubieran estado mejor si Jungkook nunca hubiera conocido a Kim Taehyung. Desde un principio él sintió que toda el aura que lo rodeaba no era ni mínimamente buena. Podía entender que su hermano no lo veía pero era seguro ese chico no era seguro, ya sea por sus propios temas o externos, y no lo quería cerca de Jungkook. Nunca lo quiso, ni querría a alguien que pusiera a su hermano en esas situaciones porque si algo era verdad es que tuvo que ver con Kim Taehyung.

Suspiró y tocó con ambas manos los barrotes de la celda donde su hermano estaba.

-Jungkook, por favor, aléjate de él.

Un silencio atormentado se implanta en la habitación. La saliva de Jungkook es tan espesa que si intentara tragarla se ahogaría. Nunca tuvo que enfrentar una mirada tan dura como la que su hermano le ofrecía en ese instante. ¿Qué hubieran pensado sus padres si estuvieran allí? La decepción era todo en lo que podía pensar.

-¿Jungkook?

Una voz diferente y profunda se presenta, sus ojos difuminan todo a su alrededor que no sea Taehyung mirándolo preocupado.

¿Acaso era el único que lo veía? El único que veía esos ojos de tristeza penetrante, que fueran tan oscuros no los hacía malos solo era una muestra más de su interior. Un cuarto oscuro inudado, paredes escritas con hechos, y pétalos de rosas marchitos donde Taehyung se esconde. ¿Por qué nadie más lo veía de la forma en la que él lo hacía? Tal vez era cierto que todo ese tiempo se trató de una pieza de arte que nada más cuatro personas desifraron: Namjoon, Haerin, Jimin, y él.

Qué importaba si se trataba de un ángel o un demonio, así lo amaba.

-Taehyung... -Sonrió, sin detenerse a mirar la decepción pintada en su hermano antes de irse-. ¿Cómo sabias que estaba aquí?

-Jimin me lo dijo. -Caminó hacia él-. Oh, bambi, ¿cómo fue que terminaste aquí? No sabes cuánto lo lamento.

-¿Por qué tendrías que lamentarlo?

La respuesta llegó fácilmente cuando bajó la mirada hacia las manos de Taehyung, al momento exacto donde un oficial que había mantenido distancia le quitaba las esposas y lo metía en la celda contigua, abriendo después la suya.

-Porque fue mi culpa. Tu hermano tenía razón sobre quien soy, Jungkook.

De nuevo, ante sus ojos, la caja de cristal de Taehyung iba formándose desde los vidrios rotos como si siempre lo hubieran seguido pero esa vez se hizo más pequeña, y lo alejó definitivamente.

Si Taehyung nunca lo hubiera pintado, si no se hubieran envolvido en aquel salón, si no hubiera ido aquel día a la feria ¿habría existido algún cambio?

Una vez le dijo a Namjoon que las personas que creían en el destino era porque no sabían a quien más culpar del resultado final de sus acciones. Ahora estaba comprobándolo él mismo.

-Tomas decisiones tan precipitadas, eres igual a tu padre.

Taehyung levanto la mirada un segundo en dirección a los ojos de su madre y sonrió.

-¿Bromeas? Si tengo que ir a prisión con tal de alejarme de ustedes y sacar a Jungkook del camino lo haré. Sé que le pusiste esas cosas en el bolsillo, mamá.

Ella cruzó los brazos con una sonrisa autosuficiente.

-Ya veo, esta es tu forma de resolver las cosas. Bien, nos veremos en dos años, Taehyung.

Dejó caer su cabeza con los hombros gachos hasta escuchar el último sonido de tacón alejarse, entonces sonrió.

-Gracias por intentarlo, Bambi. -Le había dicho a Jungkook-. Pero en realidad no existe una meta a la que puedas correr a mi lado.

Aquel fue un largo otoño, un frío invierno, y un verano donde no vio al sol brillar sobre Jungkook.


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