Enséñanos a contar bien nuestros días,
para que nuestro corazón adquiera sabiduría. Salmo 90:12Ana Paula
Abro los ojos y sonrío, la persiana está puesta y no entra la luz de la mañana, esto me hace recordar que hace ya casi 6 meses que la instalaron, luego me enteré por los empleados de la Hacienda que fue la única habitación donde don Rogelio la hizo poner.
Hoy estoy más feliz que nunca, pues debo empacar para irme, bueno, no me llevaré todo, sólo alguna ropa que dejaré en casa y lo que he comprado en el pueblo para mi tía, para mi hermano Miguel y para mi amiga Mercedes. El señor Montero me ha dejado ir a mi casa por 3 semanas y lo mejor es que será tiempo pagado, en la temporada que llevo aquí he podido comprobar que él es muy generoso con las personas que trabajan para él aunque a veces nos ruja un poco.
En la mañana la paso con Margarito, desayunamos juntos y le dejo muchas indicaciones para que haga sus tareas solito el tiempo que yo no esté.
- Hugo, recuerda antes de empezar en forma con la terapia hacer los estiramientos necesarios y...
- Si si Paula, deja de preocuparte - Me interrumpe, mientras le doy las últimas indicaciones, pues será Hugo quien se encargue de continuar las terapias mientras no estoy.
- Nos defenderemos sin ti- Me dice
Mi parte perversa y egoísta desea que no lo hagan, que no se acostumbren a estar sin mi. ¡Jajajaja! Río para mis adentros y me recuerdo a mi misma que creo firmemente que "NADIE ES INDISPENSABLE", todos somos reemplazables de una u otra manera, así que cacheteo a esa parte orgullosa de mi y la reprendo.
- Está bien Hugo, gracias por todo- Y le doy un abrazo -
- Cuida mucho de los Montero- Le digo esto con doble intención y él sólo sonríe.
Mientras camino estoy orando, pues a medida que se acerca la noche me siento más intranquila, mañana salgo muy temprano, siento que algo se me olvida pero no sé qué.
-¡Paula!
Me detengo y salto de inmediato del susto, me encuentro de frente con don Rogelio.
- ¡Pero qué te pasa! si no te hablo pasas por encima de mi, estás caminando completamente abstraída.
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El que sí podía amar
Romance- ¡Nooo! ¡Déjelo! - Grité y salí corriendo a tomar al niño y apartarlo de aquel hombre, quien aunque estaba en silla de ruedas tenía un látigo en la mano con el que amenazaba a un niño indefenso y le gritaba, además había allí un caballo brioso que...