9. AMOR A LA VISTA

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Si caen, el uno levanta al otro.
¡Ay del que cae
y no tiene quien lo levante!   Eclesiastés 4:10

Ana Paula 

- Si tía, estoy bien, dime cómo está Miguel ¿Puedo hablar con él?..  

De pronto aparece en el despacho don Rogelio con uno de sus clientes y me siento muy avergonzada de que me encuentre allí usando su teléfono.

- Está bien tía luego vuelvo a llamar, me alegra escucharte también, dile a Miguel que llamé y que... Está bien tía, ya me tengo que ir. Dios te bendiga.- Cuelgo la llamada

Inmediatamente me dirijo a mi jefe:

- Qué pena con usted, María me dijo que podía usar el teléfono para llamar a mi casa, siento mucho la intromisión.

- No pasa nada - Me dice en tono serio.

Me siento como si hubiera cometido un delito y empiezo a buscar la salida para que puedan hablar tranquilamente.

Don Gustavo me saluda amablemente, pues ya nos hemos visto antes:

- Señorita Ana Paula ¿Cómo está?

- Bien don Gustavo

Y salgo de allí rápidamente.

Después de estas semanas en la Hacienda estoy bien y feliz, me la paso pegada de Margarito y Daniela, o ellos de mi, no sé.

Daniela conoce todo de la Hacienda, además estudió veterinaria y ayuda a los empleados con los animales, aunque Rogelio no le permite dedicarse del todo a ello.  La pasamos la mayor parte del tiempo en las pesebreras cuidando de Júpiter, el potro de Margarito, él le ha puesto el nombre, dice que aprendió en la escuela que Júpiter es el cuerpo celeste más grande después del sol y él está seguro que su potro será un gran caballo, me encanta ser testigo de cómo cada día se hace más fuerte y la estrecha relación que ha establecido con el niño.

- Cuando crezca confiará en ti para que lo montes- Le digo a Margarito mientras acariciamos al potro.

- ¿Tu crees? Pero el señor no ha vuelto a intentar enseñarme.

Recuerdo aquel momento, el día que llegué a la Hacienda.  Quién iba a pensar que hoy estaría aquí después de haber estado dispuesta a irme corriendo si era necesario.

- Es que yo quiero montar como él lo hacía - dice Margarito

- Es la segunda vez que lo dices ¿acaso tu recuerdas cuando el señor Montero podía montar?

- Claro que si,  él siempre estaba en el caballo más grande y más bonito de la Hacienda y a veces me llevaba con él.

Quedé muy sorprendida por lo que me estaba diciendo Margarito, pero ya no continué dirigiendo nuestra conversación hacia el señor, no quiero que Margarito se acostumbre a ser indiscreto con asuntos de la familia.

A estas aventuras a veces se nos une Hugo, pero he descubierto que su interés no es el paseo ni nuestro amigo Júpiter, en este momento camina al lado de Daniela, le ayuda con los caballos y en todo lo que ella haga.

- ¿Llevas mucho tiempo con don Rogelio? - Le pregunto a Hugo aprovechando un momento que se queda a mi lado mientras Daniela monta.

- Cuando yo llegué habían pasado seis meses de su accidente-

- y en ese tiempo tuvo otro enfermero- Apunté 

- Tengo entendido que hubo entre enfermeros y enfermeras 5 personas antes que yo.

- ¡Cómo! ¿Y por qué se iban tan pronto? bueno la pregunta correcta es ¿y tú por qué te quedaste?

- Te devuelvo la pregunta Ana ¿Por qué te quedaste tú?

¡Touché!   

- El día que estaba decidida a devolverme por la misma puerta que llegué, tú apareciste y fuiste amable y pensé que si había una sola persona amable habría esperanza para el resto, así que le di una oportunidad a la Hacienda- Le contesto sonriendo

- mmm se la diste a la Hacienda ¿y al señor Montero? - De nuevo ¡touché!

- También se la di a él - soy sincera - todos merecemos una oportunidad... Y tú no me respondiste ¿por qué te quedaste y no saliste corriendo como los demás?

- Cuando yo llegué no te alcanzas a imaginar la situación, era una época mucho peor que ahora, además el señor necesitaba mucha ayuda y ser dependiente lo ponía furioso.  Y no me lo vas a creer pero me sucedió algo similar que a ti:  A la semana estaba a punto de renunciar, pero la noche que conocí a Daniela cambié de opinión.  Ella llegaba de sus prácticas de la universidad, María me la presentó y allí en la mesa de la cocina me desahogué con ella ¡Puedes creerlo! y ella me habló de cómo era la situación antes de que yo llegara y pues la verdad con sólo escucharla cambié de opinión, luego su presencia suavizó al patrón, ella venía a ayudarme en las mañanas con él, mas que físicamente era un apoyo moral, pero pronto él mismo le pidió que no nos acompañara, creo que le avergonzaba que viera su debilidad y después de eso todo mejoró porque yo también empecé a ver la situación con otros ojos y a tener paciencia de verdad, uno no sabe lo que es la paciencia hasta que se enfrenta a situaciones en las que la necesita.

- Si, muy cierto - Le contesto pensativa

- y bueno aquí estamos ambos a la merced del ogro-  Dice en tono burlón 

- ¡Por Dios! tú y Margarito dicen unas cosas cuando se refieren a don Rogelio.

Ese día nos reímos por todo: Por el pasado y por el presente de la Hacienda y bueno, con la ayuda de Dios será un maravilloso futuro.

El que sí podía amarWhere stories live. Discover now