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~Está cerca, solo que tú no quieres ver.

Fruncí el ceño al ver el lugar donde se había detenido el auto. Me acerqué a la ventana y observé una casa de dos pisos, la fachada delantera se veía sucia y abandonada; no creí que el hogar de mi padre fuese tan hostil ya que he escuchado que se ha convertido en alguien muy importante fuera del país.

Miré con extrañeza a Tiago antes de preguntar :— ¿Seguro que es aquí? Revisa bien esa cosa —dije, señalando el aparato en sus manos.

Él me miró por un momento, antes de desviar su mirada a la pantalla de aquel teléfono.

—El GPS dice que es aquí. Es la dirección que me diste.

Tomé un pequeño respiro y rezagada salí del vehiculo. Me tomé el atrevimiento de observar con escrutinio a las personas que andaban por aquella calle, eran raros; caminaban con una postura desgarbada, sus pasos eran lentos y parecían estar desconectados de la realidad, como si les hubiesen arrancado el alma y dejado tan solo un cuerpo deambulante.

Eso era extraño.

Me habían hablado maravillas de aquel pueblo que jamás imaginé que las personas fuesen así. Además, sentí como si tuviera un millón de miradas sobre mí, pero al girar no noté a nadie prestándome atención.

De pronto alguien chocó conmigo y se apoyó de mi hombro; era un chico con un abrigo manga larga y una capucha cubriendo su cabeza, no pude ver su rostro ya que este la tenía hacia abajo, aunque sí logré escuchar lo que dijo.

—Alejate, tienes tiempo de ser libre, solo debes alejarte —susurró aquella voz débil y masculina. Sus manos temblaban mientras se sostenía de mi hombro, sentí una molestia en aquel lugar, pero sin embargo guardé silencio.

El chico en un movimiento rápido y ágil metió las manos en mi escote dejando allí un trozo de papel. Iba a actuar por inercia y de seguro le lastimaría el brazo, pero capté que no quería que mis compañeros se percataran de nuestra conversación.

Me di la vuelta y regresé hacia los muchachos, quienes ya se encontraban frente a la puerta de la casa. Los observé descaradamente, ambos se veían muy sexis vistiendo tan elegantes.

Tiago notó como lo miraba y sonrío, juguetón.

—Aparte de mirar también puedes tocar —afirmó.

Entrecerré mis ojos hacia él antes de hacerlo a un lado y acercarme hacia la puerta. Me encontraba ansiosa por entrar allí y conocer a mi "familia paterna". Toqué varias veces, pero nadie salió a recibirme. Me pregunté si mi padre no les había avisado y en ese momento me sentí ingenua por estar en aquel lugar.

Estuve a punto de derribar la puerta cuando sentí la mano de Engel en mi hombro. Volteé la cara para observarlo y su mirada me calmó, era increíble como ese simple gesto me hizo sentir mejor.

Por inercia miré hacia mi alrededor, sentí una mirada clavada en mi espalda.

—¿Qué pasa? —inquirió Engel. Respiré profundo y negué.

—No pasa nada. ¿Puedes tocar por mí? Iré a buscar algo al auto —mencioné dándole un golpecito en su pecho.

Caminé con cautela hacia la puerta del copiloto, sentí la necesidad de estar ahí. Miré hacia abajo y me encontré con un sobre envuelto en un lazo rojo. Cada vez que veía esas cartas un dejavu peleaba por salir a flote en mis pensamientos. Aquello me recordaba a algo, solo que no sabía el motivo.

Tomé la carta en un movimiento rápido para pasar desapercibida, e igual la entré en mi escote.

Observé mi alrededor tratando de encontrar algo fuera de lugar. Tuve el presentimiento de que el chico de hace unos minutos la había dejado allí, aunque también era desconcertante, ¿por qué no solo me entregó ambas?

El misterio que me persigue ©Where stories live. Discover now