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Maratón 3/3

Alguien había muerto.

Salí de mi ensimismamiento cuando una persona me hizo a un lado para subir el cuerpo en la ambulancia. 

Pestañeé varias veces y retrocedí. 

¿Había sido mi abuela?

—¿Quién es? —le pregunté a unos de los paramédicos. 

Reconocí que esa ambulancia no era del hospital del pueblo e inmediatamente la desconfianza se había apoderado de mí. ¿Qué rayos pasaba?

Permiso, señorita —respondió volviendo a empujarme con el brazo.

—Vivo aquí, tengo derecho a saber quién es —intenté decirle, pero no me ponía atención. 

La gente no dejaba de hablar, pero nadie decía quién era aquella persona.

—¡Asesina! —gritó alguien desde la puerta de la casa, haciendo que todo el mundo guardara silencio.

No quería sonar cruel, pero cuando vi a Sandra los ánimos se me fueron por el suelo. Algo dentro de mí anhelaba que la persona que se encontraba envuelta en aquella sábana fuese mi abuela, pero como bien dice el dicho: hierba mala nunca muere.

La mujer se acercó a zancadas hacia mí, estaba muy enojada y en ese momento mi mente se trasladó a todas las veces que ella estando así me golpeaba. Apreté los labios sintiendo como la ira también se apoderaba de mí. 

—¡¿Cómo te atreves a venir aquí, maldita?! —espetó arrugando sus cejas.

—Así mismo como se atreven todos en acercarse a una vieja loca como tú. 

—Ya verás lo que te voy a hacer. —Quiso tirarse sobre mí, pero dos mujeres la agarraron por los brazos, reteniendola hacia atrás.

—Sandra, cuídate tú. 

—No sé cómo diablos te atreves a hacer esto. Pero no te preocupes, tengo la certeza de que vas a arder en el infierno. 

—Pues allá nos veremos, porque tú más que nadie tienes un lugar bien asegurado —dije inclinándome hacia ella con una sonrisa.

—Te juro que si estas dos estupidas me sueltan voy a hacerte pedazos. Voy a golpearte hasta que dejes de respirar, eso debí hacerlo hace tiempo. Eres una basura y las basuras no deberían existir en este mundo.

—Quisiera responder a eso, pero no vale la pena, digo; tú no lo vales. Pero tranquila, abuelita, solo estoy dejando lo bueno para el final. Así que tú sigue durmiendo con un ojo abierto y otro cerrado porque cualquier día de estos la siguiente serás tú. 

—Espero que cuando eso pase seas lo suficiente valiente para dar la cara tú misma y no envíes a nadie a cumplir tus asquerosos objetivos.

Arrugué las cejas en confusión. ¿De qué rayos estaba hablando?

—Tranquila, soy muy responsable.

—Tanto que tuviste que mandar al chico ese de la casa prohibida a matar a María. 

El chico ese de la casa prohibida. 

•••

Entré a la casa botando chispas del enojo que cargaba. No podía creer que Tiago se haya atrevido a matar a mi tía, obvio no me dolía, pero aquella mujer sabía mucho. Además, ¿cuál había sido la razón? ¿No era que solo mataba a chicas bonitas?

El misterio que me persigue ©Onde as histórias ganham vida. Descobre agora