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Verdades que duelen

Estábamos todos sentados en la mesa del comedor. Mi padre había hecho todo un banquete para la cena, de cierta forma me alegraba que él hubiese cocinado; no me cabía duda que si lo hacía alguna de mis tías acabarían envenenandome.

—¿Y Sabrina? —cuestionó Tiago y todos giraron a verlo.

Apreté los labios y le di una patada por debajo de la mesa. ¿Qué diablos pretendía?

Mi padre lo miró con intriga antes de preguntarle—: ¿Cómo conoces a Sabrina?

Samantha estaba muy pendiente de la respuesta de Tiago, mientras su hermana y sobrino seguían comiendo ajenos a la conversación.

—Adelin me contó la tragedia. —Si no lo conociera creería que se encontraba afligido—. No me dio muchos detalles, pero dijo que era su prima y estaba desaparecida.

—Así es, mi hija desapareció y mi madre no aguantó la noticia; le dio un infarto. Y como si no fuera tanto dolor, mi hermana Fabiola se suicidó —comentó Samantha limpiándose las lágrimas.

Tiago traía un rostro de pesar.  Me sorprendía cuánto cinismo podía cargar. Se había divertido y extasiado matando a Sabrina y aquí estaba fingiendo tristeza como si nada. Pero lo que más me dejaba sorprendida era la manera en la que mi tía mentía.

—¿Y saben qué pudo pasar con Sabrina? Si ella se fue por su cuenta, la secuestraron o se fue con un chico... —preguntó Engel arrugando las cejas. Parecía curioso, menos mal no sabía que Tiago había matado a Sabrina y que yo lo había acompañado a enterrarla.

—No sabemos nada, pero...

—Yo creo que se fue con ese chico —comentó Cristian dejando el plato vacío de lado—, ese que siempre venía a visitarla.

Samantha le dio una mirada fulminante y chasqueó la lengua.

—Si se hubiese ido con ese muchacho no habría dejado todas sus cosas.

—Es cierto que Sabrina es avariciosa. Pero el chico no aparece, lo más probable es que se hayan ido juntos. Además, así como le traía dinero puede comprarle ropa —Cristian miró a su tía fijamente mientras se recostaba de la silla. Su madre que estaba a su lado le hacía señas para que se callara, pero él la ignoraba.

—Sabrina era una niña muy inteligente y llena de educación. ¡Jamás se iría con un muchacho como ese!

—¿Y entonces que crees que le pasó?

Samantha pestañeó varias veces y desvió la mirada antes de responder:

—Lo único que sé es que si ella se fue así como dices, hace rato hubiera llamado.

—Cristian no seas tan duro con tu tía, no te imaginas el dolor que está sintiendo por no saber dónde está su hija —lo reprendió mi padre.

—Es que en el fondo ella sabe que es cierto. —El muchacho se encongió de hombros—. La policía buscó pistas por toda la casa y no encontraron nada raro. Pero adivinen qué, los vecinos vieron como ese muchacho salía del callejón. Entiendo que sea su hija, pero Sabrina no era ninguna santa y Samantha lo sabe muy bien.

El misterio que me persigue ©Where stories live. Discover now