27 - Su voz 🌊

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𝓜ientras la mayoría de mis compañeros disfrutaban de sus últimas vacaciones preuniversidad mi mundo se reducía a mi dormitorio

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𝓜ientras la mayoría de mis compañeros disfrutaban de sus últimas vacaciones preuniversidad mi mundo se reducía a mi dormitorio. El sol y la piscina habían sido sustituidos por mi confortable cama, mientras que esas fiestas nocturnas interminables eran desbancadas por intensos maratones de investigación, bajo una lámpara desvencijada y con ayuda de un ordenador portátil que pedía a gritos una renovación.

Después del ataque de locura que había sufrido hacía algo más de una semana, mi habitación había quedado prácticamente vacía. Sin adornos, sin accesorios y casi sin ropa, lo único que encontrabas en ella era una cama individual, un armario abollado y una mesita de escritorio que había quedado coja. Por fortuna, el broche de los cisnes seguía intacto, coronando mi cabeza como solía hacer antaño. Aquel pequeño objeto brillante y plateado era todo cuanto me quedaba de Simon, toda una reliquia que me aseguraba de llevar siempre conmigo, incluso en esos breves momentos en los que el sueño me vencía.

—Dett, nos vamos a hacer la compra. ¿Está todo bien?

—¡Sí, mamá! —grité, tratando de hacerme oír hasta la planta inferior en la que ella se encontraba—. Nos vemos después, ¡te quiero!

Unos murmullos después, la puerta se cerraba con fuerza y volvía a quedarme a solas.

Desde nuestra visita al hospital eran constantes las conversaciones en voz baja que mis padres mantenían en secreto. Si bien nunca llegaba a escuchar lo que decían, estaba convencida de que tenía que ver con mis ataques de ansiedad y su preocupación por que estuviese desarrollando algún tipo de enfermedad mental. La situación era clara, el doctor se había encargado de que así fuese. O fingía que todo iba bien y mis padres lo creían, o tendría que ir a terapia de salud mental. Y, quién sabe, tal vez acabase encerrada en un manicomio.

Por ese motivo me había obligado a mí misma a mantener la calma en su presencia. Era difícil, no lo niego, pero en cierta forma me ayudaba convivir con la ausencia de Simon y a tener la mente despejada para poder trazar nuevos planes de búsqueda. El de ese día estaba decidido, iría a su casa e intentaría hablar con sus padres.

Lo tenía todo listo. Una vieja mochila en la que poder guardar cualquier evidencia que pudiese delatar a los culpables de su desaparición, mi teléfono móvil a punto de quedar totalmente inservible y un sándwich de atún con crema de chocolate blanco, por si el hambre apretaba.

No estaba segura de qué podría encontrarme al llegar. En el mejor de los casos, una pareja devastada por la desaparición de su hijo. En el peor, un matrimonio que no recordaba haber tenido descendencia. Esa última idea conseguía ponerme los pelos de punta de tan solo pensarlo. De una forma u otra, yo ya había borrado de mi vocabulario la palabra "imaginación". Habiendo comprobado la existencia de un billete de avión a nombre de Simon, descartaba por completo que no fuese real, aun cuando no recordaba haber cancelado aquel viaje.

Con todo aquel maremágnum de ideas martilleándome en la cabeza, abandoné mi hogar y emprendí el viaje definitivo hacia la verdad.

Cruzar el bosque ya no era una opción. La policía de Mystic Hill se había tomado muy en serio lo de arrestar a todo aquel que viesen merodeando la zona, y lo menos que necesitaba en ese momento era tener que dar explicaciones a un oficial. El camino largo, por tanto, suponía tener que dar un rodeo por medio pueblo y llegar algo más tarde de lo que me hubiese gustado. Sin embargo, aquel no sería ni de lejos el mayor reto al que me tuve que enfrentar, sino el de volver a pasar por todos aquellos lugares que había frecuentado con Simon, reviviendo así las cientos de conversaciones que había mantenido con él.

Anatomía del chico perfecto [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora