25 - Su aroma 🌊

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𝓐trás quedaban ya los maravillosos días en los que Simon iluminaba mi vida

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𝓐trás quedaban ya los maravillosos días en los que Simon iluminaba mi vida. La oscuridad reinante desde entonces, densa, solitaria y aterradora, había ocupado hasta el último hueco que su ausencia había dejado. Sin él, el tiempo avanzaba a paso lento y la realidad se distorsionaba, sintiéndome como una simple espectadora de mi vida, como si la observara desde fuera sin tomar partido en ella.

Desde entonces, los días se habían convertido en un completo infierno. Tenía momentos de optimismo en los que me aferraba al broche como la única evidencia de que Simon hubiese sido real, pero durante la mayor parte del tiempo me hundía en el lodo, dejando de comer y hasta de dormir.

¿De qué otra manera podía sentirme, si nadie parecía saber quién era él?

Lo que más me aterraba era pensar que mi cerebro estuviese defectuoso y que todo lo que creí haber vivido con Simon lo hubiese imaginado. Dios, ¿tan chiflada estaba? ¿Había llegado al punto de regalarme el broche a mí misma? De lo que estaba segura era de que, sea cual fuese la respuesta, mi corazón acabaría aún más destrozado de lo que ya estaba.

 Dios, ¿tan chiflada estaba? ¿Había llegado al punto de regalarme el broche a mí misma? De lo que estaba segura era de que, sea cual fuese la respuesta, mi corazón acabaría aún más destrozado de lo que ya estaba

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Durante toda mi vida imaginé que el día de mi graduación sería un momento inolvidable. Una fecha señalada en mi calendario por ser el culmen de mi etapa escolar y el inicio de una nueva, una más adulta y cargada de responsabilidades, pero también de emocionantes experiencias. Lo que ignoraba era, no obstante, que la razón por la cual lo recordaría sería muy diferente.

—Odette, ¿estás lista?

La voz de mi madre, lejana, no era capaz de sacarme del mundo de pesadillas en el que me encontraba. Ni ella ni la forma sonora con la sus zapatos golpeteaban el suelo de mi dormitorio conseguían llamar mi atención.

Frente a mí, su silueta femenina se sentaba a los pies de mi cama y me acariciaba en la mejilla, sin recibir respuesta. Su cálido tacto servía de hilo conductor entre la oscuridad que me devoraba y el decorado de mi habitación, el cual, en aquellas circunstancias, se me antojaba como una patada en el estómago. Plagado de pósteres de cantantes famosos y peluches de animalitos, era como dar un concierto de rock'n roll en un funeral.

Mis ojos parpadearon, confusos, asimilando la posición en la que me encontraba. Desconocía cómo había llegado hasta allí, hecha un ovillo en mi cama, abrazada al vestido del baile y gimoteando su nombre.

Anatomía del chico perfecto [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora