23 - Su trasero. Parte I 🌊

13.1K 1.5K 1.3K
                                    

𝓞jalá alguien pudiera avisarnos de cuándo sería la última vez que veríamos a esa persona a la que tanto amamos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

𝓞jalá alguien pudiera avisarnos de cuándo sería la última vez que veríamos a esa persona a la que tanto amamos. De cuándo diríamos nuestro último te quiero o daríamos nuestro último abrazo.

Si tan solo tuviésemos la más mínima sospecha de que esa sería nuestra despedida final, nos aseguraríamos de que fuera memorable, de descorchar nuestra botella de los sentimientos y confesar todo aquello que, por timidez, nos avergonzábamos de decir en voz alta.

Ojalá alguien nos pusiera sobre aviso antes de que la cruda realidad nos golpease.

De pie frente al espejo, un par de ojos familiares me devolvían una mirada de desconcierto, incapaces de reconocer a aquella a quien observaban

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

De pie frente al espejo, un par de ojos familiares me devolvían una mirada de desconcierto, incapaces de reconocer a aquella a quien observaban. La esencia era la misma, una muchacha de cabellos rubios y ojos verdes, demasiado delgaducha para los estándares de belleza actuales, pero oculta bajo una cantidad abrumadora de capas de maquillaje, adornos y rellenos. Era como estar mirando a una cebolla.

No me sentía cómoda con ello, era como si estuviese perdiendo parte de mi identidad, pero de alguna forma creía que debía sucumbir a los ruegos de mi madre, quien estaba viviendo su baile de graduación a través de mí.

Llevaba el cabello ondulado en un semirrecogido; una pequeña trenza que bordeaba mi cabeza de un lado a otro, de la que nacían el resto de mechones sueltos y caían sobre mi espalda. El toque final se lo daba el broche de Simon, que brillaba con intensidad en la zona central del peinado.

El maquillaje era exagerado, o al menos lo era para alguien como yo, acostumbrada a solo pintarse los labios y hacerse el delineado. Los labios resaltaban sobre mi tez blanca con un tono rojizo muy parecido al de la sangre. Capas y capas de maquillaje ocultaban las imperfecciones de cualquier adolescente, y una sombra de ojos dorada, degradada en diferentes tonalidades, culminaba aquel look de revista.

Afortunadamente, había algo que adoraba y ese era mi vestido. Una prenda dorada con diminutas piedrecitas brillantes de corte sirena, con una abertura por la que asomaba mi pierna izquierda y me permitía caminar con total libertad.

Me sentía una diosa.

Llevaba diez minutos observando mi flamante reflejo, haciendo todo tipo de pasos de baile para ver hasta qué punto podía moverme con facilidad. O, dicho de otra forma, había perreado hasta el piso y las costuras del traje no habían reventado por ningún lado. Excelente.

Anatomía del chico perfecto [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora