17 - Su mejilla 🌊

15K 1.8K 2.1K
                                    

𝓔s fascinante cómo los recuerdos más maravillosos de nuestra vida son los que más dolor pueden llegar a provocarnos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

𝓔s fascinante cómo los recuerdos más maravillosos de nuestra vida son los que más dolor pueden llegar a provocarnos. Nos hacen sentir vacíos, incompletos, carentes de motivación y de vida, si aquello que una vez nos hizo volar alto se convierte en lo mismo que nos estrella contra el suelo.

Juro que lo he intentado todo. He tratado por todos los medios no pensar en aquella noche, borrarla de mi memoria y hacer como si nunca hubiese existido, pero no lo consigo. Por más que me empeñe, termino recurriendo a ella en sueños o despierta, y mi mente me juega malas pasadas distorsionando la realidad y volviéndola más aterradora de lo que es.

Comienzo a olvidar detalles, palabras y acontecimientos, que son reemplazados por información ficticia mucho más dolorosa que la real. Mi intento por olvidarlo todo y pasar página se está volviendo en mi contra, arrastrándome hasta lo más hondo del abismo por más que trate de luchar y salir de él. La única forma de vencerlo, extrañamente, es revivir aquellos momentos de felicidad y plasmarlos en papel. Un proceso de lo más doloroso, pero con el que consigo afianzarme a la realidad. Una terapia en forma de diario que, con el tiempo, se convirtió en mi única vía de escape.

Las páginas dedicadas a la noche de San Valentín se ven desgastadas, con la tinta ligeramente borrada y marcas de lágrimas en sus esquinas, fruto de las incontables veces que las releí, reí y lloré con ellas.

Sin lugar a duda, aquella fue y será una de las noches más importantes de mi vida.

Sin lugar a duda, aquella fue y será una de las noches más importantes de mi vida

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Odette. —Mi padre irrumpía en mi habitación abriendo la puerta sin llamar—. Ya nos vamos. Puede que lleguemos un poco tarde; planeo darle una sorpresa a tu madre después de nuestra cena romántica.

Puaj. Esperaba que no estuviese hablando entre líneas, porque acabaría aborreciendo la noche de San Valentín si la asociaba a una escapada romántico-sexual de mis padres.

—No te preocupes, me quedaré en casa viendo alguna película y me iré pronto a la cama. Estaré bien —aseguré, casi sin mover los labios por la mascarilla facial que llevaba.

No hacía demasiado frío en mi habitación. A decir verdad, con la calefacción tenía hasta calor, pero incluso sudando como un pollo llevaba una manta de algodón que cubría todo mi cuerpo desde el dedo gordo del pie hasta mi cuello, ocultando la ropa que llevaba debajo.

Anatomía del chico perfecto [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora