2do. Placer

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El edificio se erigía frente a mí con su figura imponente. La inscripción tallada: “Tohsaka’s”, se podía leer en los pilares de mármol pulido a ambos lados de la entrada. Suspiré y dispuse a sumergirme en los oscuros rincones de mi “guarida”.

- Estoy en casa. - Expresé dirigiéndome a las sombras que vivían en las habitaciones, desde que mis padres habían partido.

Millones de veces pensé en vender este cascarón, y recluirme en un pueblo apartado. En una diminuta casa, tan pequeña que el comedor y la sala estén en el mismo lugar. Pudiera decir que estoy acostumbrada a los lujos, pero en ocasiones siento que esta casa caerá encima de mis hombros. Por lo que un cambio no vendría mal.

Al menos si lograra lanzarme a lo desconocido.

Pero luego recuerdo a mis padres cargándome y riendo por la casa, me obligo a volver acá. Este lugar es el hogar que compartí con ellos.

Deposité mis zapatos en la entrada y activé el interruptor que iluminaba el salón principal. A lo largo de la estancia se podía observar varios montones de ropas, pares de zapatos por doquier y libros apilados por autor. Sin duda un desorden que tengo que recoger, más tarde o quizás, mañana.

No he querido contratar a un ama de llaves, me resulta difícil concebir que alguien externo merodee cambiando de lugar las cosas.

Desplacé mis adoloridos pies por el frío piso sintiendo el consuelo que brindaba. En las paredes del pasillo que dirige hacia la cocina se encontraban múltiples cuadros de pintores famosos, desde “El Grito” de Edvard Munech hasta “La Gioconda” de Da Vinci.

Encendí la luz de esta habitación y lo primero que divisé fue el fregadero, tenía trastes sucios.

Muchos trastes sucios. Más que hacer para mañana, supongo.

Al lado, la meseta brillaba reluciente portando sobre ella una máquina de café. Abrí la nevera y saqué un trozo de tarta de chocolate que degustaría después de un relajante - y extenso - baño.

 La puerta del dormitorio me saludaba, como si después de abrirla volviese a los tiempos en los que sólo era una pequeña ignorante. Entré y la luna cómplice se adentraba a través de las cortinas del balcón, como si quisiese dar algún tipo de consuelo.

Tomé mi bolso y vacié el contenido encima del escritorio, junto a una pequeña lámpara de mesa. Mi celular, las llaves y un par de audífonos fue lo primero cayó, luego una bolsita. La agarré abriéndola y recordando la absurda compra que había realizado.

¿Por qué un anillo, cuando tenía tantos en mi tocador?

Aquella posesión me respondió con un brillo deslumbrante. Casi parecía que incitaba a probármelo. Le hice caso. Deslicé el anular por el agujero y descubrí como los colores contrastaban con mi piel. Sin duda hermoso.

Dejando la alianza colocada donde parecía pertenecer, empecé desvestirme. El espejo grande frente a la cama me devolvió la mirada de mis ojos azules. Deshice el moño alto dejando que mi cabellera azabache descendiera en cascada.

Llené la tina con agua caliente y agregué un poco de aceite de rosas. Sumergí enseguida mi cuerpo, relajándome ante la exquisita sensación del líquido tocando cada centímetro de mi extenuado ser. Mis párpados cayeron rindiéndome ante el cansancio.

No podía dormir correctamente desde que mi mejor amiga Saber y mi ex-prometido Shirou, habían decidido comprometerse. De eso hacía un año.

No me oponía a su venidero matrimonio. El tiempo (y varias consultas al psicólogo) habían ayudado a que, más allá de oponerme, incluso lo aceptara. Si Shirou y Saber eran felices, solo me quedaba callarme y no ser un mal tercio. No obstante, era imposible eliminar el sentimiento arraigado de abandono.

My Servant Of Pleasures (Archer X Rin)Where stories live. Discover now