Capítulo 8: Visita al banco

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Ahí estaba yo Ángel Pinos Valencia atorado en el tráfico de Bogotá junto a mi hermosa jefa en su coche, platicando de negocios como siempre.

—Ojalá los del banco acepten darnos ese crédito Ángel, lo necesitamos para la compra de los materiales de la siguiente colección.
—No se preocupe doctora, yo me voy a encargar de que el banco Montreal le de ese préstamo a Ecomoda eso se lo garantizo.

Ella en ese momento con su mano derecha al volante, puso la izquierda sobre mi mano y me dijo:

—Gracias Ángel, usted es un gran apoyo.
—No hay de qué doctora.

Mi corazón en ese momento se puso realmente loco, latía con muchísima más fuerza que antes.

—Y otra cosa Ángel.

Me estaba comenzando a poner más nervioso de la nada los coches avanzaban más rápido y la doctora se estacionó en una esquina muy sospechosa.

Yo por inercia le pregunté:

—¿Qué pasa doctora? ¿porqué se está estacionando en esa esquina? ¿no se supone que deberíamos ir al banco?
—Olvídese del banco lo que quiero en este momento es estar con usted.

Esto no podía estar pasando, no me lo creía.

—Ja ja, buen intento mente en cualquier momento voy a despertar y nada de esto habrá ocurrido, no soy tan ingenuo como parezco.
—¿Cuál sueño Ángel? esto es el mundo real y en este momento voy a hacer sus sueños realidad.

Ella se pasó a mi asiento y bajó el respaldo para que los dos estuviéramos acostados.

—Doctora reaccione, esta no es usted en lo absoluto.
—Claro que lo soy, yo lo amo Ángel.
—Doctora espere, no haga algo de lo que se vaya arrepentir más tarde.

En ese momento la doctora Camila me besó en los labios y en unos minutos más adelante ya estábamos prácticamente haciendo "cositas" en su coche je je.

Mala fue mi sorpresa al saber que todo lo que había pasado en aquel coche era sólo un sueño.

—Ya llegamos al banco Ángel, Ángel por Dios, ya despierte— dijo la doctora sacudiéndome un poco de mi asiento.
—¿Qué pasó doctora?
—Pues se quedó dormido en mi carro licenciado.

Dios mío, que vergüenza me sentía como un cochino, pervertido y desconsiderado hacía la doctora Mendoza.

—Perdóneme doctora, no era mi intención quedarme dormido.
—Descuide Ángel, yo lo vi muy feliz mientras dormía ¿qué soñaba?

No podía decirle que estaba teniendo sueños poco apropiados con ella, de seguro se asustaría y me echaría a patadas de la empresa, así como echaba a todos los modelos que le coqueteaban.

Lo siento doctora, pero le tendría que decir una mentira... una mentirita piadosa no le hacía mal a nadie ¿verdad?

—Pues que me sacaba la lotería doctora ¿qué otra cosa podría ser?
—Cierto, bueno ya bajémonos Ángel los dueños del banco nos están esperando.
—Espérese un momento doctora, deje que la abra la puerta de su coche.

En un acto de caballerosidad (y para limpiar un poco mis malos pensamientos recientes) le abrí la puerta a la doctora Camila.

—Gracias Ángel, que caballeroso es usted.
—Caballerosidad y respeto es lo que usted se merece doctora.

¿Era mi imaginación o la doctora Camila se sonrojó con mi galanteo? supongo que nunca lo sabremos.

La hija de Betty la feaWhere stories live. Discover now