Capítulo 5: La llamada telefónica

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Bueno ya volví de entre los muertos, ¿me extrañaron? admítanlo me entrañaron je je, los dejé con la intriga lo lamento, ahora que ya me disculpé sigamos con mi historia.

Pues esperé el momento oportuno para llamar a mi madre a su celular, la cuál estaba muy feliz de recibirla.

—Ángel querido ¿cómo te va en tu nuevo hogar con Patricio mi amor?

Como ven era el niño consentido de mamá.

—Bien, los dos nos estamos adaptando bastante bien en nuestro nuevo hogar.
—Me alegra escuchar eso.

Seguí platicando de lo más agradable con mi madre, hasta que por fin llegué al grano.

—Oye mamá, tengo algo que preguntarte.
—Sí Ángel, tú puedes preguntarme lo que quieras.
—Tú por pura casualidad ¿trabajaste en una empresa llamada Ecomoda?

En ese momento parecía que la llamada con mi mamá se estaba cortando, pero en realidad estaba bastante nerviosa a través de la otra línea.

—Por supuesto que no hijo, ¿de dónde sacaste semejante tontería?
—De mi trabajo, me dijeron que una tal Marcela Valencia trabajó ahí pero se fue hace veintiún años, la misma edad que voy a tener es curioso ¿no?
—Sí hijo es curioso, pero no soy yo hay muchas Marcelas Valencia en el mundo.

Todavía no muy convencido le pregunté a mi madre:

—¿Estás segura que esa Marcela no eres tú mamá? dime la verdad, no me gustaría estar trabajando en la misma empresa de la que te fuiste con un "mal sabor de boca", sería demasiado incómodo.
—Confía en mí hijo, yo no tengo nada que ver con esa gente te lo juro por lo más sagrado que es mi familia.
—Si tú lo dices, bueno mamá te tengo que colgar te quiero.
—Yo también hijo, me saludas a Patricio.

Apenas colgué con mi mamá, le dije a Patricio todo lo que ella me dijo.

—Entonces ¿ni tú mamá ni la mía trabajaron en Ecomoda antes?
—Eso es lo que mi mamá dice.
—Me alegro mucho, ya me estaba empezando a angustiar de tan sólo pensar que mi madre Patricia Fernández, una de las mejores relacionistas públicas en la industria de zapatos de Madrid fue una vil secretaria en Colombia.

Yo le dije la verdad a Patricio, que no estaba muy convencido de la confesión de mi madre.

—Yo que tú no me alegro mucho, algo en mi madre me dio muy mala espina sólo espero estar equivocado.

Lamentablemente no lo estaba.

—Sí ojalá ¿te imaginas si el cuartel se entera de que somos hijos de quiénes somos? nombre nos tachan de "desgraciados" y no nos vuelven a hablar nunca.
—Ya te he dicho miles de veces que no exageres.
—Mira quién habla, el que no para de auto-compadecerse así mismo por ser feo.

Auch justo en el clavo.

—¿Acaso quieres pelear? ¿enfrente de "la bendición"?— dije señalando a Tito quién estaba tranquilamente dormido sobre el sofá de la sala de estar.
—Lo dicho eres la mamá de este apartamento.
—¡Cállate!

Mientras tanto en Madrid España, mi madre y su amiga Patricia Fernández estaban tomando té de lo más tranquilas en la mansión donde vivía antes: La mansión Pinos.

—Hay Marce, que viejas nos pusimos ¿no te parece?
—Oye, Patricia no estamos tan viejas.
—Míranos amiga, de unas mujeres que llegaron solas a Madrid en busca de una nueva vida a grandes magnates empresarias ¿no es genial?

Mi mamá no se fue por las ramas y dijo:

—Patricia, mi mejor amiga, mi cómplice tengo algo que decirte.
—¿Qué te pasa Marce? me estás asustando, no me digas que tú marido y tú se piensan divorciar. Hay no Marce tú no me puedes hacer eso, ese hombre te ama con locura y pasión, me ayudó a poner mi propio negocio, a terminar mi carrera en finanzas para que nadie se siguiera burlando de mis "seis semestres de finanzas en la San Marino", tú no lo puedes dejar Marce.

La hija de Betty la feaKde žijí příběhy. Začni objevovat