Sol.
Me separé de Mateo, y me seque las lágrimas con ambas manos.
—Perdón por eso... lo necesitaba. Pero quédate tranqui, no va a pasar de vuelta.—me acomode los pelos atrás de la oreja e intente calmarme.
—Esta bien, no me molestó.—dijo el, y creo que es la primera vez que lo escucho hablar de una forma tan amable por así decirlo
—¿No?—pregunté.
—No, ¿Que pasó?
—No veo la hora hora de cumplir dieciocho años para irme a la mierda de mi casa.—mire al cielo tratando de regular mi respiración para no volver a llorar.
—¿Problemas con tus viejos?—preguntó y yo asentí.
—Estoy harta, necesito paz—suspire—Empecemos con esto, no te aturdo más.—agarre la carpeta.
—No pasa nada, te puedo escuchar.—respondió él tranquilo, yo lo mire.
¿Que hiciste con Mateo? Pensé.
—Pensé que te irritaba escucharme.—solté una risita irónica.
—Lo que te dije la otra vez....
Lo interrumpó
—Lo entiendo, y no es normal que de la nada una desconocida quiera hacerce tu amiga y....
Me interrumpe.
—No es eso...
Lo interrumpó.
—Yo de verdad...
Me interrumpe.
—¿Me dejas hablar?—sonrie divertido.
—Perdón, si.—hice una mueca y me calle.
—La verdad que lo pensé, y no sé, capaz no estaría tan mal.... o eso creo.—yo fruncí el ceño.
—No entiendo.—dije totalmente perdida.
—Que yo también podría intentarlo.
Lo pensé y...
—¡Para! ¿Me estás diciendo que.....?—el asintió divertido—¿Enserio me decís?—pregunte sin poderlo creer.
—Si.
—¿Entonces, ya somos amigos? ¿Así al toque roque?
—Amigos.—asintió nuevamente.
Lo logré después de todo.
Nos miramos por unos segundos, su mirada está distinta, no es tan oscura como antes. No sé que está pasando pero me gusta.
Mire la carpeta en mis manos y suspiré frustrada, no tengo ganas de hacer nada.
—¿No queres hacer nada, no?—preguntó como si me hubiese leído la mente, yo negué con la cabeza—Si querés vamos a caminar y lo dejamos para después, me dijiste que necesitas paz, nada más piola que caminar abajo del sol.
