Lo segundo que puedo hacer es... intentar fingir que estaba demasiado borracha para acordarme.

«Haerin, eso es una solución de cobardes, y tú no eres una cobarde».

«Bueno, a lo mejor quiero ser una cobarde ahora».

En realidad, no puedo ignorar del todo que estoy actuando exactamente así, porque es la segunda complicación que se me presenta en una semana y mi solución es la misma: hacerme la loca. Y esa no es una solución para nada, aunque me gustaría que lo fuera.

Por desgracia, tampoco puedo arrepentirme ahora y pensar que me obligó ni nada de eso, porque... A ver, tengo recuerdos difusos en algunas partes de la noche, pero sé que le dije que quería y... Joder, es que recuerdo el beso que tuvimos que darnos por el puto jueguecito y sé que me estaba gustando.

«Encima de imbécil eres contradictoria, lo tienes todo, Haerin: todo».

Supongo que por eso casi nunca bebo hasta ese punto. La única vez que lo hice, cuando acababa de cumplir la mayoría de edad, me desperté vomitando todo lo ingerido y sin recordar nada en absoluto. Por suerte, Minnie estaba conmigo esa noche para evitar que hiciese una idiotez como la de ayer...

«¿Cómo pudiste cagarla tanto?».

Lo peor de todo es saber que la única afectada soy yo, que me acosté con una persona que no me cae bien y que, encima, no lo disfruté ni lo más mínimo. O bueno... no tanto como debería.

—Haerin, he vuelto a pedir comida y creo que deberías...

—Sí, sí, ahora voy. Ve comiendo si quieres.

Lo último que me apetece hoy es tener que enfrentarme a mi amigo, también conocido como la causa de que ayer aceptase beber más de la cuenta. O sea, la culpa no es suya, porque es mía por tener un corazón de hielo y esas cosas que Minnie siempre me dice, pero bueno...

Ni siquiera soy capaz de ordenar mis pensamientos en condiciones, así que, como tampoco voy a poder perfeccionar más mi trabajo, subo las fotos que he seleccionado a la web (por suerte, según miro, hay varias de Jimin antes y después y las de los coches a los que pasa) y voy a enfrentarme a uno de mis problemas, que tiene nombre y apellido: Kim Namjoon.

No digo ni una palabra cuando me siento en el suelo para comer en la mesa baja del salón. Él ya está sentado y me mira fijamente mientras me sirvo un poco de arroz frito con kimchi en mi plato y empiezo a zampar. Me he echado poco, lo sé, y él también lo sabe.

—Haerin...

—Me sigue doliendo la cabeza —le digo sin mirarle.

«Venga, ¿quieres que te hagan socia honorífica del club de las gilipollas? Vas por buen camino».

—¿Dónde has dormido? Llamé a Minying, pero ella tampoco me cogió el teléfono.

—En casa del kamikaze —respondo. Mala elección de palabras. Terrible, en realidad, por eso sigo sin dirigirle la mirada. El arroz es mucho más interesante.

—¿Y te... te has...? ¿Has dormido con él?

—Claro —admito. Por desgracia, me sale un tono de «es más que obvio» que me pone nerviosa hasta a mí.

—Pero... o sea... tú y él...

Aunque no le mire a los ojos (lo que es bastante más sencillo para mí), sé perfectamente qué quiere decir, igual que sé qué es lo que tengo que decir si quiero ser sincera y si quiero enfrentarme a algo en el día de hoy.

—Sí.

—Ah —musita. Joder, suena tan decepcionado que me duele, porque... he hecho precisamente lo que no quería hacer: romperle el corazón.

Outlawed - jjk, knjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora