30 km/h

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—Eh... Rino... ¿cuáles son exactamente las compresas que necesitas?

Alzo la cabeza, porque estoy justamente en el pasillo de enfrente, y no me pierdo la cara confusa del kamikaze, que gira de izquierda a derecha la cabeza, tan rápido que es imposible que vea el puto paquete que le he dicho. Si es que sabía que tenía que ir yo, pero como ha insistido...

Cojo un bote de Pingles más y... un Kit Kat, sí. Me ha dado vía libre para comprar mierda porque dice que ha leído por ahí que la regla es jodida y que los fritos, dulces y esas cosas ayudan. No se lo voy a desmentir, desde luego, porque es cierto. Pero, además, creo que deberíamos comprar un poco de ramen para cenar o para desayunar. Aunque como está tan perdido, primero salgo de mi pasillo y voy hasta el suyo.

—Esas de ahí —digo, señalando como puedo el paquete blanco de compresas ultra absorbentes con alas—. Estás un poco ciego, ¿eh?

—Es que no tengo tu práctica; para mí son todas iguales.

—Hombres... —susurro, y veo como coge... cuatro paquetes. Este tío seguro que se piensa que la sangre se me regenera cada vez que me viene la regla—. Con uno es más que suficiente, kamikaze. Voy a pasar la noche en tu casa, no cuatro meses.

—Ya, pero quiero tener de sobra para las próximas veces que vengas. Así te obligo a estar conmigo hasta que se te acaben las compresas de mi casa. Por lo menos, porque espero que sea más tiempo y tenga que comprar más.

—Eres increíble... —murmuro riéndome. «Por esta clase de cosas te gusta, ¿no?».

—Un novio increíble, ¿verdad?

—Ramen, también hay que comprar ramen. —Ignoro completamente lo que acaba de decir, y a él parece hacerle gracia, porque también se ríe—. ¿O tienes? Si te soy sincera, me apetece más jajangmyeon. Podemos coger un par de boles de estos instantáneos, ¿te parece?

—Si me lo dices con esa sinceridad, que sea jajangmyeon entonces. ¿Te llevo algo? Con esos bracitos no creo que te entren más cosas.

—Ni a ti después de coger todos esos paquetes de compresas.

—Me sobra brazo, lista —dice sacándome la lengua y encaminándose al pasillo del ramen—. Voy a mejorar tu idea: ¿Jjapaguri

—Mmm... Vale.

Sonríe y coge los paquetes necesarios de jjapagetti y neoguri. Creo que con uno de cada vale, pero él coge dos. A lo mejor también se piensa que para que la sangre se me regenere, tengo que comer por cuatro. Y si no es por la cantidad de jjapaguri que va a hacer, es por las dos bandejas de carne que compra cuando vamos hasta las neveras.

Aunque hago el intento por traspasar cosas de un brazo a otro para coger algo, pasa de mi culo y lo coge todo él, así que cuando llegamos a la caja del súper veinticuatro horas, los dos repetimos el mismo patrón: abrir los brazos para que todo caiga en la encimera. A nosotros nos parece gracioso, claro, pero al dependiente (que tiene que estar hasta los huevos de atender), no tanto.

—Para la próxima, hay cestas en la entrada —responde, señalándolas. Podríamos haberlas visto, porque son rojas y bastante evidentes, pero también podríamos haber comprado menos.

—Gracias, la próxima vez ya no se nos olvidará —responde el kamikaze, que saca su cartera mientras el tío va pasando las cosas por el lector y luego las mete en bolsas de plástico—. Me toca a mí invitar, así que no te quejes.

—¿Te toca a ti? —pregunto alzando una ceja.

—Sí, la última vez fuiste tú.

—Espero que no me estés vacilando.

Outlawed - jjk, knjWhere stories live. Discover now