Capítulo 43: Nuevos lazos

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Romina se cruza de brazos al escuchar lo último, y Santiago, bueno, él solo me sostiene la mirada. Para ser muy sincera, esto no me lo esperaba.

—¿Has dicho nuestro? —pregunto al darme cuenta de que no solo me esperan a mí para hablar.

—También estoy invitado a la reunión —dice con una mueca.

—¿Debo preocuparme por lo que ocurra allí?

—No veo por qué. —Se encoje de hombros. Dimas está tranquilo.

—Bien, voy a cambiarme —anuncio y voy a la recámara.

—Te espero —lo escucho decir en voz alta, en medio de unos murmullos que dejo atrás al cerrar la puerta.

No quiero pensar, es más, no quiero salir por esa puerta a enfrentarme a los prejuicios de los demás. No me gusta para nada que intenten tomar las riendas de mi vida. ¿Acaso creen que volví a este mundo para que otros decidieran como debo vivir?, porque en ese caso están equivocados. Existe el libre albedrío, cada uno de nosotros somos dueños de nuestros actos y decisiones ya sean buenas o malas. Los argeles van a tener que aceptar mis decisiones, les gusten o no.

Me cambio de ropa con rapidez, mientras más rápido salgamos de esto mucho mejor. Así mis amigos bajan un poco la tensión que se respira en el ambiente. Dejo la habitación a los pocos minutos, ninguno se ha movido de lugar.

—Estoy lista —anuncio.

El lugar para la reunión ha sido la oficina de Geraldine. Un espacio amplio de paredes blancas, sin muchas decoraciones, se siente vacío, aunque ella y yo nos encontramos dentro. Imagino que es por el poco tiempo que ella ocupa este lugar. Un escritorio rectangular en color negro ocupa el centro del lugar, sobre él solo se encuentra lo necesario, en perfecto orden, ni siquiera hay una fotografía.

—Es gratificante saber que perteneces a mi casa —dice después de largos segundos de silencio. Me inquieta que solo seamos ella y yo en esta oficina, Dimas está con los demás en la oficina de Paula.

—Para mí también lo es —admito.

—Como sabrás, no tenemos muchos argeles de la casa de Miguel, por tal razón los arcanos han decidido que lo mejor para ti es que vayas a otra academia donde...

—No me iré de aquí —digo con firmeza interrumpiendo sus palabras.

—Ni siquiera me has dejado terminar —dice Geraldine no muy contenta de mi manera de interrumpirla. Es una mujer de carácter fuerte, acostumbrada a dar órdenes y a ser obedecida.

—No necesito que termines de darme una explicación llena de palabras bonitas. —Frunce el ceño—. No pienso irme de la academia, no pienso dejar a mis amigos. No volví a la vida para que otros dirigieran mi vida.

Se tensa en su asiento, controlando su respiración.

—Se ha tomado una decisión, y quieras o no tendrás que aceptarla —habla más fuerte de lo normal, pero sin llegar a gritar—. ¿Es que no te das cuenta del peligro que corres aquí? No tienes idea de lo que significa caer por completo en manos de vástagos.

Sin darme cuenta, suelto una carcajada. Al contrario, es ella la que no tiene idea de lo que pueden hacer los vástagos con un alma, la tortura que ejercen.

—No necesito que nadie me explique lo que he vivido en carne propia, por si no lo sabes he sido yo la que, vuelto del infierno, la que ha sido torturada con cadenas que lastiman el alma, que ni siquiera sobre tu propia piel podrías imaginar.

Nivelo mi voz con la suya. Nadie va a decirme qué hay en la oscuridad cuando yo ya he estado en ella.

—Es suficiente —la voz de Paula interfiere. Mantiene la puerta entreabierta—. Geraldine, si no quiere irse no la puedes obligar.

Renacer. Luz de Medianoche (libro 1)Where stories live. Discover now