Capítulo 37: Mi ángel vampiro

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Capítulo 36:
Mi ángel vampiro

La serenidad que ofrece la naturaleza es inigualable

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La serenidad que ofrece la naturaleza es inigualable. La frescura que acaricia mi piel, el aroma a humedad... todo es tan pacífico en este lugar. En las alturas rayos brillantes y dorados me ciegan por momentos, entrelazados a las verdosas ramas, altos y robustos árboles parecen protectores, vigilantes. Una corta hierba acaricia mis pies desnudos. El bosque se ha convertido en mi refugio y al mismo tiempo el escenario para mis peores pesadillas.

—No puedo creer que no la hayas enfrentado —y esa voz pertenece a una amiga que hice al borde de la muerte. Aunque en realidad la conozco muy poco, tampoco es como si hubiéramos tenido tiempo para conocernos. Lo que nos ha unido es algo tan extraño, tan inexplicable, que muchos no comprenderían. Pero tampoco es como si tuvieran que comprenderlo, ella ha pasado a una vida muy distinta a la mía.

—Hola, Diana, es bueno verte otra vez —respondo.

Giro sobre mis talones como si fuera una bailarina, en este lugar no hay espacio para las preocupaciones, solo para sentir la buena vibra.

Ella está sentada a mitad de una escalinata curva hacia una pequeña y pronunciada elevación de tierra. Un vestido tupido en color rojizo envuelve sus delicadas curvas.

—También es agradable verte, pero sigo sin entender por qué no la enfrentaste —se cruza de brazos.

¿Por qué no la enfrenté?, es una muy buena pregunta, que me encantaría responder, pero... nada de lo que llega a mi mente parece lógico. Esa mujer, Leila, me causó tanto daño que apenas lo puedo recordar. Y sí, debí haberla enfrentado en vez de sentirme aterrada.

—No lo sé, estando frente a ella solo.... Me paralicé —expreso. Recojo un poco mi vestido lavanda, el mismo vestido con el que desperté, siempre el mismo vestido. Me acomodo al pie de la escalinata, con los tobillos cruzados, acomodo el vestido para que cubra mis pies—. Sabes, siento que todos esperan algo que no puedo dar, o que no estoy preparada para dar.

Mi visión hacia mi propio pasado está más clara, y aun así sigo estando tan perdida como el primer día en que llegué a Luz de medianoche. Sigo sin comprender quién soy y qué hago en este mundo. Ni siquiera estoy muy segura de lo que ocurre a mi alrededor.

—Yo no puedo responder a esa pregunta —dice con un encogimiento de hombros—. Me gustaría saber más, pero esos de allá arriba no sueltan prenda tan fácilmente —dice tras una risita entusiasta.

—¿Entonces por qué estamos aquí? Solo has venido para hacer una pregunta a la que no obtendrás una respuesta —inquiero.

—Bueno, el tiempo de Dios es perfecto —dice como si esas palabras dieran respuesta a su propia pregunta—, o eso es lo que dicen.

Ambas reímos por unos segundos, sin saber exactamente el porqué. Diana no es exactamente la persona más devota, y, aun así, lo es. Un vampiro nacido para la destrucción que cree fielmente en el perdón de sus pecados y la salvación de su alma. Es admirable.

Renacer. Luz de Medianoche (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora