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"El fantasma del pasado"


ACTUALMENTE



AARON.

—Podría decir que siento la ciudad como un segundo hogar, pero lo único que siento por Nueva York es una discordia impresionante —admite mi padre con desprecio—. Con las ratas que vagan por aquí todas carentes de modales, esto solo se siente como un albergue para idiotas.

Miro al hombre que viste formalmente de chaleco negro con el ceño fruncido mientras me masajeo ambas sienes.

No hay nada más cansado que ser el oyente principal de las idioteces que mi padre dice.

Desde que salimos de la junta de inversionistas no ha parado de parlotear, la mayoría de sus comentarios son dirigidos para los neoyorquinos que se detienen para alabarlo por sus "logros". Si supieran que detrás de toda esa máscara de líder empresario y gentil que muestra en las cámaras es pura hipocresía y una gran rata yace en su interior.

Les roba en sus caras y ni cuentan con ello.

—Entonces, ¿por qué decidiste que era buena idea volver? La marea está densa como para andar haciendo viajecitos al pasado —digo molesto. Me quito el saco y aflojo las mangas de la camisa blanca.

Él fue quien insistió en que ambos viniéramos personalmente a arreglar asuntos de la sede de la empresa que se encuentra en la gran manzana. Hubiéramos enviado a un delegado para que cubriera perfectamente nuestra ausencia, como en otros casos, pero el vejete no da su brazo a torcer y le encanta andar en el pico del drama.

Le fascina ser el centro de atención para que sus contrarios sigan su recelo.

Témeles y no te temerán.

—Yo no le tengo miedo a nadie ni a nada. Simplemente, sin ti mi presencia sería más fantasmal y haría todo como a mis cojones les plazcan.

—No pienso dejarte solo por aquí. Al menos hasta que vea que eres digno de poseer mi apellido sin doblegarte. Y bueno quiero saber si todo el entrenamiento que recibiste en cinco años no se va por la borda al regresar con esos mugrosos que llamaste alguna vez amigos. Espero no verte caer en la tentación tan fácilmente, Aaron.

Sonrío burlesco.

No puedo evitar que mi sonrisa se extienda con las palabras que ha liberado de su bocota. Él definitivamente siente algo más que su disque angustia.

Está ahí sentado sirviéndose un trago sin hielos analizándome serenamente como si sospechara de mi actitud. Cree saber todo acerca de mí, pero no está enterado ni del cinco por ciento de la persona que realmente soy.

Gracias a ese hombre que la vida me regaló por padre debo aparentar ser alguien que no soy, y de paso ahora siento que mi personalidad está tan afectada por hacer que todos se crean la mísera mentira.

Para tener más de cuarenta años sigue conservando su ponzoñosa piel muy bien. Eso es lo que lo mantiene aún en la cima de la red. Las mujeres se sienten atraídas con un viejo de rostro serio y perfilado con carácter de mierda que le siguen aumentando su egocentrismo y su veneno.

—Lo que me parece es que tú eres el que teme ser absorbido por la soledad. Temes que vuelva a dejarte solo, ¿no? Es por lo que estás aquí.

Deshago el maldito nudo de la corbata con facilidad, quitándomela de mi cuello de un solo tiro. Me fastidia tener que verlo tan frecuentemente, de cerca se vuelve peor.

—Mejor cierra ese hocico de una puta buena vez. Si vas a empezar a decir pendejadas mejor espera a estar protegido por los brazos de tu madre que a ella si le interesa tu opinión. —Se lleva la orilla del cristal a los labios fijando su mirada gris en la reliquia familiar que envuelve su muñeca derecha. Toquetea con el dedo el reloj de oro antes de tragarse el vodka—. Les pedí la maldita cena hace diez minutos. ¿Con quién mierda creen que están tratando? A este punto cenaremos hasta la medianoche.

HUIDAS Y MENTIRAS (#1)Where stories live. Discover now