32. Cleo

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Hola! 

No sé por dónde empezar. Amé tanto escribir esta historia, y sobre todo los capítulos finales, que no puedo siquiera imaginar el tener que decirle adiós pronto y tal vez por eso me rehuso a editar estos caps para subirlos luego... Pero bueno, aquí ando haciendo el esfuerzo. En serio me he encariñado con estos 5 criminales que me acompañaron durante la cuarentena en Francia, y más semanas también. Y siempre se siente como casa el escribir sobre el mundo de Em.

Increíblemente, descubrí que hay gente que comenzó leyendo Cinco de Oros y luego fue a leer la Saga Pandora. Si este es tu caso, actualmente el primer y segundo tomo (Pandora y Valentino) se encuentran publicados por Nova Casa Editorial y puedes conseguir los ebooks en internet o pedir el libro en las librerías que trabajan con ellos (info en su web). Pero, como siempre digo, escribí la saga Pandora para ser tomos independientes, cada historia un caso distinto, así que también puedes ir a mi perfil a comenzar directo con Nana y avanzar. Te encontrarás a ciertos personajes de esta historia allí.

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final!

Y mi pregunta hoy es qué es lo que más les ha tomado por sorpresa hasta el momento.

Xoxo,

Sofi

***

Cuando Houdini le había preguntado cuánto tiempo era capaz de contener la respiración, ella no había imaginado que iría por una bomba de humo. Debería haberle advertido, de ese modo hubiera venido mejor preparada. El crío se había pasado si planeaba arruinar su plan y su cabello por este truco.

Cleo entrecerró sus ojos y rodó hacia delante, apenas conteniéndose de maldecir. No era un trabajo tan limpio como le hubiera gustado, pero eso sucedía por dejar la distracción en manos de un niño. Sus pasos fueron tan silenciosos como los de un zorro del desierto, sin huella alguna. Se deslizó detrás del pedestal con la vitrina. Sus manos fueron rápidas al levantar el cristal.

No le gustaba. Así no era como trabajaba. Prefería la intimidad de la soledad, tomarse el tiempo necesario para apreciar su objetivo y tratarlo con el respeto debido. No tenía nada de eso aquí. Ni siquiera el poder detenerse un suspiro a disfrutar el momento en que sus dedos rozaron las joyas.

Fue un trabajo limpio y rápido. Levantó la vitrina con una mano, con la otra cogió sus joyas. Fue un intercambió impecable. Arrancó el pedazo de manga de su vestido que había diseñado como un discreto saco. Metió las piedras dentro, tiró del listón para cerrarlo. El drone estaba volando lo suficientemente bajo. Cleo lanzó el saco, el lazo enganchándose en una de sus patas. Houdini debió sentir el cambio de peso, porque el drone se esfumó enseguida por la ventana.

Ella no esperó a comprobarlo. Sus ojos ardían, su garganta también. Se alejó a gatas, fingiendo sumarse a la histeria colectiva de gritos y tal vez terror también. Ni siquiera tuvo que esforzarse por llorar, el humo fue suficiente para que las lágrimas salieran por su cuenta. Tosió y se mantuvo agachada, cubriendo su rostro en un intento por poder respirar bien.

Escuchó ruidos y golpes. Levantó la cabeza justo a tiempo para ver el primer puñetazo, sin comprender en absoluto cómo una pelea entre prestigiosos criminales podía haberse armado en medio de todo este caos. No, de hecho, sí lo comprendía. Hermes era capaz de crear discordia donde fuera, y mientras que Houdini podía haber montado la escena para un escape, ahora era su turno de distraer a los guardias para que no les prestaran atención. Y sí que estaba funcionando.

Cleo se fijó en la marea de gente dirigiéndose a la entrada principal, otros cuantos quedando en el camino para presenciar o sumarse a la pelea, los empleados de Ninshiki sin lograr dividirse en dos para tratar con ambos problemas: el enfrentamiento y el ficticio ataque.

Cinco de OrosWhere stories live. Discover now