9. Siri

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Hola! Buen domingo!

Mi cabeza es un caos actualmente mientras intento darle forma a la posibilidad de autopublicar (y mi novio no deja de apoyarme a pleno con el posible emprendimiento), por lo que cualquier consejo o sugerencia es bienvenido. Eso y que, como saben, estoy intentando ser un poco más dinámica en el Instagram SofiDalesioBooks subiendo encuestas, fotos, incluso adelantos de caps como hoy... Así que no duden en pasarse por allí, y compartir todo lo que quieran.

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final!

Y ahora, qué rol les gustaría tener en el equipo?

Xoxo,

Sofi

***

Siempre había adorado meterse en la Net. Allí se sentía como si fuera capaz de hacer cualquier cosa, aunque la mayor parte del tiempo solo se la pasaba caminando de un lado a otro observando todas las distintas puertas a las que no deseaba entrar. Tenía una sala allí que compartía con otros cercanos conocidos, demasiadas trabas y procedimientos como para que extraños pudieran entrar. Y le gustaba.

Esta vez, había sido Tera la encargada de la decoración. Había gatitos caminando por la sala, con tazones de leches en todas partes para ellos. Siri levantó la cabeza, preguntándose si los pétalos de rosas cayendo del techo eran reales o producto del pedazo de papel en su lengua. Estaba segura de casi poder sentir su caricia cuando tocaban su piel. Alguna extraña canción de ADONA estaba sonando de fondo, haciendo que todo se sintiera todavía más fascinante.

Pocas cosas se mantenían constantes en la sala. El tamaño, porque no necesitaban que fuera más grande de los invitados habituales. El nombre en la entrada que indicaba: "Club de los caballeros internáuticos" en lo que parecía caligrafía de niño, para desmotivar a cualquier curioso. Y el gran muro de miembros, lleno de ceros y unos debajo de sus fotografías colgando, algunas imágenes en gris para mostrar a los caídos.

—¡Me encanta lo que has hecho con el lugar! —Siri abrazó a Tera enseguida apenas la vio—. ¡Y amo tu cabello! ¿Dónde has conseguido pintarlo así?

Parecía como si un arcoíris hubiera caído sobre su cabeza. La joven, más bajita que ella y con ojos de estrella, le devolvió una perfecta sonrisa. Reconoció en la sala a otros de sus demás compañeros, como Mega o Java. Había sido un buen momento para decidir venir. Y Siri los saludó a todos, gritando y agitando su mano en alto para llamar la atención. Le devolvieron el saludo como siempre hacían.

Se acercó hasta la mesa redonda que alguien había instalado allí demasiados años atrás, y nadie se había atrevido a quitar, y se sentó sobre ella. Tera se le unió, y Siri la escuchó en silencio quejarse sobre la nueva resolución de privacidad europea y cómo eso le dificultaba el robo de datos personales.

—Esto de eliminar cookies de terceras partes es una mierda —concluyó Tera—. ¿Qué hay de ti?

—¿Qué tan difícil crees que sea hackear al Servicio Secreto? —preguntó Siri, y el silencio en la sala fue absoluto—. ¿Qué?

—Eso depende de a cuál nos estemos refiriendo —dijo Mega con cuidado—. ¿Interno o internacional?

—¿No lo sé? ¿Creo que internacional? —aventó ella y todos sofocaron un grito.

—MI6 —susurró Tera.

—Muy jodido, pero no imposible —respondió Mega.

—No conozco a nadie actual que lo haya logrado —dijo Tera.

—El rey. ¡El rey lo hizo y todavía sería capaz! —gritó Java.

Nadie dudó de aquello. Todos gritaron y levantaron un puño al aire en señal de respeto. Siri no pudo evitar fijarse en el gran muro de los miembros, en el retrato del rey con su máscara de calavera y los dígitos debajo escribiendo su nombre. Demasiados ceros y unos por tan solo cuatro letras. Su imagen estaba en gris, y en rojo debajo estaba escrita la fecha de su muerte. Durante años, nadie había sido más capaz que él, y desde entonces, nadie había estado a la altura de tomar su lugar.

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