Capítulo 9 "Lo que nunca será"

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"Cuando sientas que no puedes más. No llores. Estaré a tu lado"

(N/A, notas de la autora)

-dialogo-

"pensamientos"

"recuerdos (dialogo)"

Narración

Entre el estudio y algunas actividades físicas que realizaba para despejar su mente, también estaba el cocinar, sobre todo repostería. La señora Fraiser, encargada de la cocina en la mansión de su padre en Escocia, era una persona que además de amable y cariñosa, era de las pocas personas que conocía el verdadero sentir del joven amo Brower, con una sonrisa un día en el que sus exámenes ya habían terminado en su primer año en la facultad, se acercó al rubio que miraba en un punto fijo al azar a través del impecable jardín, mantenerlo de esa manera era una actividad que ya estaba tachada de su lista de tareas. Lo invito ese día como otros más a preparar el postre que se serviría ese día. A pesar de que sus pensamientos lo hacían sentir inquieto, preocupado y algunas veces con angustia, el preparar un postre era terapéutico y lo hacía relajarse por algún momento.

Por eso cuando tuvo esa desagradable visita en el hospital y el suceso que casi lo hace llevarlo a una crisis, no dudo por un momento en sacar los ingredientes necesarios y realizar el ritual que dio como resultado los elogios de Albert y Candy. Además de eso recibió la aprobación para tomar las medidas necesarias en caso de que las cosas pudieran salirse de control. Sin embargo la ira era de las pocas cosas que lo hacían querer tomar el control absoluto de todo, como si quisiera enderezar las situación que el mismo destino se empeñaba en torcer o que para él eran complicadas, pero el querer estaba a veces lejos de hacer lo correcto, y ante todo, Anthony Brower era un hombre honorable, así fue criado y así quería seguir siendo, haciendo las cosas correctas, no puedes esperar nada bueno si alguien sale lastimado. Lo sabía perfectamente al haber sido víctima de las decisiones ajenas.

En esa mañana para iniciar sus actividades, el coche que le fue asignado por el consorcio, lo llevo a uno de los complejos deportivos más exclusivos de Chicago, que además tenía un área privada para los Ardley y estaba cerca de las oficinas. Sin cuestionar su preferencia se dirigió al área de boxeo, que además de tener los sacos y las peras recubiertas de cuero, había un ring para algún amistoso encuentro. Vestido con pantalones grises deportivos y una remera blanca de manga corta de algodón, que si bien no lo exponía al fresco clima matutino, lo ayudaba a transpirar con algo de comodidad para la actividad que iba a realizar. Calzando los botines que su padre le ayudo elegir, comenzó a hacer calentamiento, desde dar vueltas en el recinto, saltar la cuerda, una serie de abdominales, sentadillas y lagartijas, que si las enfermeras del hospital estuvieran presentes, serian ellas las que necesitarían atención medica ante la rutina que realizaba para poder mantener ese físico. Al finalizar, usando sus ya gastados guantes color ladrillo, se dirigió al saco de box donde conecto varios golpes como su padre le haba enseñado, boxeo al estilo de la marina. Cada golpe le ayudo a canalizar sus emociones, pero ante todo sus dudas y frustraciones. Algunas veces imagino golpear a un joven de cabellera castaña, deseaba saber lo que realmente había pasado y si verdaderamente era necesario hacer lo mismo con el de carne y hueso. Sin embargo debía de ser cuidadoso con sus manos si es que quería seguir salvando vidas.

Exhausto y con los músculos adoloridos, se dirigió a las regaderas para una ducha que logro que la tensión de sus hombros finalmente desapareciera. Al terminar se vistió con otro de los costosos trajes hechos a la medida, decidiendo mentalmente que retomaría esa misma actividad el día siguiente y los que seguían de ese hasta el fin de su estancia. Ya en el consorcio, George le informo la decisión del tío abuelo, retomar su posición, pero todo a su tiempo y de manera tranquila para no desestabilizar lo ya logrado con su administración, por lo pronto, se estaría informando de todos los tratados y negociaciones que se estaban llevando desde entonces. Parecía una mera excusa, pero no podía hacer más nada que aceptar, él confiaba en Albert.

All For You [Una Historia de Candy Candy]Where stories live. Discover now