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Golpeó la parte trasera de su móvil un par de veces, creía que de esa forma la persona al otro lado de la línea sería advertida de forma automática de que su teléfono estaba recibiendo una llamada de ella, claramente Lia no poseía ese talento y su llamada no fue atendida. Tiró el aparato sin un poco de delicadeza y el golpe contra el suelo la estremeció, rápidamente se estiró en su cama al lado contrario y dejó que la mitad de su torso saliera de la plataforma para poder tomar su preciado móvil. Aquello era como si un humano le pisara la cola a su gato y luego corriera arrepentido a acariciarle y pedirle disculpas. Fue en esa extraña posición que su madre la encontró, la mujer se había tomado un tiempo de sus labores para asegurarse de que su hija estuviera mejor de los malestares que le habían impedido ir a trabajar los últimos días. Ambas hicieron contacto visual, Lia rápidamente se compuso y volvió a su cama, dejando su teléfono sobre sus piernas. —Hablé con tu padre. —Minah cortó el contacto visual ya que estaba ocupada leyendo algún mensaje de texto que seguramente tenía relación con el trabajo. —Dijo que pases por su consulta en unos minutos, Seungcheol te está esperando afuera con el auto y no pongas excusas. —No hubo tiempo para continuar con la conversación, la mayor ya se había esfumado y Jisu sabía que las palabras de su madre no tenían mayor interpretación.

Se observó al espejo rápidamente, no había mucho que hacer ya que sus ánimos no estaban para cambiar su outfit. Se puso algo de perfume y revisó por última vez la pantalla de su móvil donde no había ninguna notificación, lo guardó en su cartera y bajó rápidamente las escaleras para no hacer esperar al joven que le llevaría al hospital. Se acomodó en el asiento de copiloto, deseando no ser vista por su madre quien tendría una larga lista de razones por la cual una señorita no debería ser vista junto al chofer.

—No te ves enferma. —Bufó Seungcheol con una mirada divertida.

—No te veo conduciendo. —Respondió Jisu sin ganas de entrar en los jugueteos infantiles del chico, Seungcheol llevaba un tiempo trabajando en el taller como para darse cuenta cuando alguna de sus jefas no se encontraba de buen humor. Puso en marcha el vehículo y comenzó a conducir rumbo al hospital donde trabajaba el padre de Jisu. Seungcheol era el tipo de chico que no pensaba mucho antes de hablar, Minah decía que era imprudente pero buen trabajador mientras que Jisu sentía que necesitaba que alguien le ponga un par de riendas y le explique que las cosas eran más complicadas de lo que él creía. —Cada día te pareces más a tu madre. —Jisu volteó los ojos ante las palabras de quien conducía, sabía que iba a ser imposible que el trayecto fuese silencioso y calmado. —No deberías hablar así de la mujer que te da trabajo ¿no crees? —Abrió un poco la ventana para sentir el aire fresco, al menos eso le haría sentir un poco mejor. Seungcheol se encogió de hombros casi como queriendo decir que era inocente y que Jisu había inventado cada cosa que había salido de sus labios. —Deberías enseñarme a manejar, así no tendría que depender de ti cada vez que quiera salir. —Seungcheol estuvo a punto de decir algo imprudente, de hacerle saber que era labor de su padre enseñarle a manejar pero algo le detuvo. —O tal vez deberías aprender a usar el transporte público, no es tan difícil, ¿sabías? —Tampoco iba a decir algo amable, no sería una conversación entre ellos si algo así ocurriera. Jisu decidió no responder ya que sentía que el mayor tenía razón en sus palabras, cuando vivía en Europa usaba el transporte público a diario pero era distinto en Corea. En los países donde estuvo todo el mundo usaba el transporte público, en cambio en el país Asiático su madre le había mal acostumbrado a ciertos lujos, lujos que extrañamente pudo dejar ir cuando no se encontraba en su hogar pero que volvieron a penas se bajó del avión que la trajo de vuelta.

Agradeció al joven cuando se bajó del vehículo y le recordó que no era necesario que espere por ella, tenía otros planes. —Espero no te pierdas en el metro. —Molestó Seungcheol antes de irse del lugar. Jisu se quedó con un par de insultos rodando en la punta de su lengua pero finalmente decidió caminar dentro del enorme edificio donde trabajaba su padre. Desde su vuelta había estado apenas una vez con su padre, habían quedado de cenar juntos para poder ponerse al día pero hasta la fecha no había sido posible. Tomó el elevador que le llevó al tercer piso del edificio y continuó su camino hasta ver la placa con distintos nombres, entre ellos el de su padre. Paró en el mesón donde estaba la secretaria que rápidamente le reconoció. —Señorita Jisu, creo que la última vez que la vi por acá apenas dabas tus primeros pasos. —Aquello era falso, pero sonrió educadamente ante la señora que siempre le hablaba a Jisu como si fuese una bebé que de un día a otro se convirtió en mujer. —Tengo entendido que su padre le está esperando, adelante. —La menor se despidió con una pequeña reverencia y entró a la consulta de su padre. Seguramente su turno estaba por terminar ya que le esperaba sentado tras su escritorio sin su bata que le diferenciaba del resto de los humanos, frente a ella estaba su padre y no el doctor Choi. —Mi hermosa princesa. —Jaejin se puso de pie y estrujó a su hija entre sus brazos, Jisu no pudo evitar sonreír y corresponder al abrazo que su padre le ofrecía. —Tu madre me dijo que estabas indispuesta, ¿qué anda mal? —Jisu se alejó de su padre y tomó asiento en una silla que seguramente era ocupada por los pacientes, su padre se apoyó contra su escritorio y le vio desde la distancia. —Mamá está exagerando, solo tengo un poco de dolor de estómago. —Cruzó sus piernas y observó que su padre caminaba a un estante donde habían varios remedios. —No creo que algo de lo que tenga aquí te pueda ayudar, pasamos por la farmacia y vienes a cenar con nosotros, ¿te parece? Seguro que Yuna estará feliz de verte. —Jisu sonrió ante el nombre de su hermana, de pronto entendió todo. Cuando Jisu se quebró un brazo practicando deportes su madre la llevó a uno de los mejores traumatólogos del país, cuando su primer periodo llegó comenzó a tener visitas periódicas con su ginecóloga y además de eso iba a citas periódicas con un médico general. Su madre era extremadamente estricta cuando se trataba de su salud por lo que no tenía sentido que un cirujano plástico como su padre fuera el encargado de revisar por un dolor estomacal.

Amor entre telas.  / YEJISUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora