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No, si Lia se diera el tiempo de contar las veces al día en que escuchaba la negativa ya no tendría tiempo de pensar en nada más. No, y su corazón se aceleraba y el pecho se le cerraba en molestia. Su día se resumía en eso, en negativas y suspiros que intentaban no demostrar el ahogo interno que sentía. Las noches se hacían eternas para evitar las pesadillas que atraían el cierre de sus ojos, jamás había sufrido de insomnio pero ahora deseaba auto inducirlo porque el silencio de las noches era mejor que el sufrimiento de sus sueños que le ahogaban más que la realidad.

Su alarma sonó pero sus dedos ya habían llegado al botón de término incluso antes. Ya casi había olvidado lo que era despertar con el sonido de su móvil y no dedicarse a deducir el momento para estirar su brazo. Se quitó la capa de tela que le cubría del frío nocturno y suspiró, apenas eran las siete de la mañana y ya estaba suspirando. Se quedó sentada en el borde de la cama y vio los rayos de sol traspasar sus cortinas. Aquello le hizo sonreír, era fanática del verano o todo lo que tuviera que ver con verano, aunque ya estuviese terminando. —¿Va a tomar desayuno en la cama o pasará a la mesa? —La pregunta de la trabajadora del hogar le estremeció, estaba tan perdida en la vista que ni siquiera había sentido que la puerta de su habitación había sido abierta. Saludó a la trabajadora que abrió las cortinas de par en par, arruinando la pasividad que hace un tiempo había sentido. —Claro que no, debe venir a la mesa conmigo para terminar de organizar el día. Si se queda en cama tendré que esperar una hora. —Su madre ya estaba dentro de su habitación, pasando de inmediato a su walking closet para así comenzar a planificar su outfit del día. Habían pasado menos de cinco minutos desde que había despertado y su pieza ya estaba llena de intrusos. Extrañaba Europa. Extrañaba la soledad y el poder tomar sus decisiones.

Se sentó frente a las frutas y bebidas tanto frías como calientes, nunca entendía el afán de su madre de solicitar tanta comida cuando sólo eran ellas dos compartiendo el festín de alimentos que tenían entre ellas. —Ese no és el pañuelo que elegí, Jisu. —Bebió su café apenas sintió que su madre comenzara a hablar, al menos eso le daría unos segundos extras para diseñar una respuesta que dejaría contenta a su madre. La falda tipo escocesa, la blusa clara, las medias, los zapatos e incluso las joyas que llevaba eran completamente decisión de su madre pero no por eso estaba conforme. —Es linda la falda. —Respondió. Ese era su mejor escudo, le encantaba responder a las preguntas de su madre con cumplidos que desviaban su atención. Realmente le encantaba la falda, pese a no tener nada especial o que les diferencia de las miles de faldas escocesas que seguramente estaban ocupando alrededor del mundo en ese momento. —Tengo tres similares a ella, aún no las apruebo. Debemos innovar la próxima temporada. —Lia simplemente asintió, prefirió no iniciar una batalla artística tan temprano junto a su progenitora. La noche anterior había sido un fracaso, Lia llevó a ella bocetos de vestidos que llevaba preparando desde hace ya varios meses. Claramente su madre los rechazó todos pero sus aburridas faldas escocesas seguían siendo opción. Su madre era la directora y creadora de FOORY, una marca de ropa sumamente exclusiva y que durante los años noventa había sido una de las marcas que impulsó la moda coreana al resto del mundo. Lia, casi como herencia, había heredado el amor por las costuras que su madre le enseñó desde pequeña, estudiando en Europa diseño habiendo llegado hace apenas unos meses para poder trabajar junto a su madre. FOORY estaba perdiendo espacio en el mercado, su ropa ya no era de romper esquemas y las últimas críticas de su temporada pasada habían terminado por sepultarle.

El taller creativo quedaba al lado de la mansión en la que Lia y su madre Minah vivían. Apenas entró al lugar se sintió en paz, su madre aún no llegaba y podía así revisar los bocetos que su madre había preparado sin tener que ocultar su opinión. Pasó las páginas totalmente aturdida, cómo era que su madre no notaba que se encontraba completamente estancada artísticamente. Sus ideas eran repetidas y había un claro patrón en cada una de sus prendas que no rompían los esquemas que en su momento hicieron de FOORY una gran empresa internacional. —Tu mamá tiene grandes expectativas. —La voz de Jinah le asustó, se trataba de la asistente personal de su madre. Ya llevaba unos cinco años trabajando a su lado y era probablemente la persona más agradable con la que podía compartir en ese taller. Jinah era hermosa, y sólo se llevaban por unos siete años, por lo que las conversaciones entre ellas fluían sin problema. —Me llegaron tus bocetos. —Los ojos de la menor se redondearon, era su forma de hacer notar que tenían toda su atención. Jinah se encogió de hombros y observó los bocetos en grafito que eran de autoría de su madre. —Tienes demasiado talento, Jisu. Pero tu mamá jamás haría algo así. —Aquellas palabras le partieron el corazón ya que si había alguien que conocía a su madre era Jinah. Y si había alguien que no se atrevería a mentirle a Jisu, también era Jinah.

Amor entre telas.  / YEJISUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora