A medida que se acercaban a la zona poblada, las voces se hacían más fuertes. Algunas mujeres reían con exagerada teatralidad mientras que ciertos hombres discutían por quién sabe qué asunto interno de su propia tripulación. Aunque no habían visto otros barcos desde la Acantha, suponían que allí habría, al menos, dos tripulaciones más.

Las siluetas de las construcciones tomaron forma cuando el terreno ya no estuvo ondulado. En su mayoría, los edificios estaban construidos con piedras y con madera; eran toscos y sencillos, creados sin demasiado conocimiento arquitectónico. Se observaban también espacios abandonados: quemados en incendios, con paredes destruidas o techos a medio caer. A veces era más sencillo edificar un nuevo espacio que arreglar otro.

El sitio olía fatal, a deshechos humanos y a putrefacción, a sexo y a pescado viejo.

Makara se detuvo en el centro de la pequeña población y buscó con la mirada el objetivo. Al hallarlo, se aproximó. Fue el primero en ingresar a la taberna que le habían recomendado, la de la puerta roja. Su silueta en el umbral se dibujaba a contraluz, la tripulación aguardaba a sus espaldas. Inspeccionó el espacio con la mirada y dio algunos pasos rumbo a la barra, seguido por los demás.

El silencio se apoderó del establecimiento ante su presencia, fue como si un hechizo hubiera extinguido hasta el último sonido en un parpadeo. No existía en todo el océano quien no reconociera al capitán de la Acantha. Era respetado, temido y odiado en partes iguales. Muchos envidiaban su reputación, su juventud y la lealtad de sus hombres. A otros les asustaba tenerlo como enemigo, las historias que corrían sobre él eran aterradoras, aunque pocas veces ciertas.

—Sigan con lo suyo —murmuró él como si fuese una orden. Y, al instante, los murmullos empezaron a elevarse otra vez.

Nadie quería hablar en voz alta, pero incluso los más débiles susurros se distinguían entre la quietud general. Algunos se preguntaban qué hacía él allí, otros aseguraban a los más incrédulos que eran amigos del legendario capitán. Algunas de las meseras se ajustaban el corsé con la esperanza de ser escogidas por él como compañeras, suponían que pagaría bien.

Makara solo les sonreía con picardía, con un gesto que indicaba el egocentrismo de su posición. Le encantaba ver cómo el mundo entero sabía su nombre y conocía su figura. Había logrado en pocos años lo que muchos no alcanzaban durante una vida completa, ¡y ni siquiera sabían que poseía el obículo! Su ego disfrutaba de cada desembarco.

Decidido, se aproximó al dueño del lugar con ridícula lentitud y solemnidad. Se apoyó luego contra la barra y dejó caer unas cuantas monedas, tantas como su mano podía sostener.

—Dele a mi tripulación todo lo que desee, están agotados y merecen un poco de placer —anunció en voz alta para que pudieran escucharlo incluso en el último rincón del establecimiento—, Manténgalos satisfechos hasta el amanecer o hasta que yo se lo ordene.

—¡Será un placer! —mintió el cantinero, nervioso. Era la segunda vez que atendía a Makara, aunque estaba seguro de que el pirata no se acordaba de él, que era solo un mozo en el previo encuentro.

—Para mí, lo mejor que tenga en su arsenal. Quiero una bebida fuerte, sin agua ni hielo. Y prepare cinco barriles de grog para cargar a mi barco antes del alba. ¿Es suficiente paga?

El cantinero asintió sin siquiera contar el dinero. No tenía el valor de negarse al pedido del Dragón del Océano de todas formas. Daba igual si había depositado sobre la madera dos monedas o doscientas.

El capitán Makara bebió su primera jarra con lentitud, ajeno a sus obligaciones y planes. Dejó que sus músculos se relajaran por un rato después de varias semanas llenas de preocupaciones. De pie contra la barra, de espaldas al cantinero, paseaba la mirada por los presentes. Sus hombres disfrutaban de la noche sin restricciones. Había grog sobre todas las mesas y unas ocho o nueve mujeres que acompañaban a los marineros hasta los rincones más oscuros del edificio para complacerlos.

Cementerio de tormentas e ilusionesWhere stories live. Discover now