INTRODUCCIÓN

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Una fragata dormía junto al muelle, el ancla oxidada la mantenía en su sitio a pesar de la fuerte tormenta que azotaba al puerto de Karso, tanto al norte como al sur de la Gran Bahía. Un único hombre habitaba la desolada embarcación, el último barril de vino era su sola compañía. Sobre su cabeza, la bandera negra flameaba en lo alto del mástil central, con su símbolo dorado amenazante e imponente.

La falta de protección del navío no era un problema, y la ebriedad del guardián tampoco importaba demasiado porque no existía persona alguna que desconociera el símbolo de la tripulación del dragón del océano o que se atreviera a desafiarlo.

A poco menos de un kilómetro de allí, los demás tripulantes festejaban con algarabía mientras malgastaban los restos de un buen botín. Habían tomado el bar sin que se ofreciera resistencia y gozaban en esos momentos de la hospitalidad del dueño y de sus meseros, que trabajaban arduo para complacer a los maleantes y para no perder sus vidas antes de que la noche llegara a su fin.

En una mesa cerca de los baños, dos piratas borrachos comparaban sus tatuajes y cicatrices, cada elemento iba acompañado de una buena historia, de una anécdota peculiar de la que alardeaban como si de un trofeo se tratase.

A la derecha de ese dúo, el contramaestre contaba falsas aventuras a la empleada que le servía cerveza con ridícula asiduidad. Se rascaba la barba, inflaba el pecho y gesticulaba, exagerado, en un poco sutil intento por conquistarla.

El trío de limpiacubiertas, conformado por los que llevaban menos tiempo en la tripulación, susurraba en voz baja contra una de las ventanas. Comparaban diversas versiones de la leyenda sobre el capitán que los llevó a unirse al grupo de maleantes. La ambición de su líder era también la suya propia.

El cantinero escondía con prisa sus mejores barriles en la habitación trasera del establecimiento; el dinero lo guardaba también con recelo en un arcón de madera, bajo los tablones del piso. Nadie le prestaba demasiada atención.

Era apenas medianoche y las voces iban en constante aumento, entre risotadas estruendosas y disputas agresivas. Los casi veinte miembros de la tripulación se estaban relajando después de una larga jornada en el mar. Pisar tierra era siempre un alivio porque les permitía dejar de lado sus tareas diarias y los peligros del océano al que tanto amaban. En los puertos podían abastecerse de alimentos y de bebidas, de mujeres y de vicios.

El capitán todavía se mantenía sobrio en la barra, aunque por poco. Analizaba con cuidado una vieja bitácora escrita por algún hombre del siglo pasado que no se había tomado la molestia de dejar su firma como testimonio. Habían hallado el texto en uno de sus atracos a las ciudades más antiguas del imperio. La caligrafía era casi ilegible y el alcohol en sus venas comenzaba a dificultar la tarea gradualmente. El bullicio, demás está decir, no le permitía concentrarse demasiado.

Pensó en regresar al barco para dormir por algunas horas, pero no se atrevía a abandonar a sus hombres en la bahía. Temía que iniciaran algún conflicto con otros residentes de la ciudad o con alguna tripulación errante que, al igual que la suya, buscara refugio en la costa del continente.

Resignado, cerró el cuaderno y lo acomodó en el bolsillo interno de su abrigo. Pidió otra ronda de cervezas para sus camaradas y permitió que sus hombros se relajaran. Recorrió el establecimiento con la vista en busca de una mujer bonita con la que distraerse, no era pretencioso. La tormenta amainaría recién al día siguiente y él necesitaba encontrar algo que lo mantuviera ocupado hasta que llegara el momento de regresar al mar.

En medio del terrible clima, un hombre de escasa estatura corría hacia el bar desde el extremo opuesto de la bahía del puerto de Karso, embargado por el miedo. Llevaba consigo un mensaje que le habían ordenado entregar ya varios meses atrás. Su uniforme sucio se le pegaba a la piel por la fuerte lluvia. El suelo húmedo le impedía aumentar la velocidad de su andar.

Cementerio de tormentas e ilusionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora