Que le pidiera a Theo que fuera a sacarla, su hermano jamás perdería tiempo en algo así. Hermes hubiera conseguido que la liberaran enseguida, pero lo cierto era que ahora ni siquiera le importaba. Sí, dolía. Pero por primera vez en mucho tiempo, comenzaba a ver una nueva realidad posible. Lejos de todas las mentiras, traiciones y engaños, de cualquiera que le sonriera como un amigo para luego burlarse a su espalda. Que Lord interpretara la situación como creyera, que divulgara el rumor de que era mejor no molestarlo.

—¿Qué te trae al viejo continente? —preguntó Lord.

—Negocios, como es habitual —Hermes se giró para observar junto a él la multitud de invitados—. Adorable evento. ¿Tienes tus ojos puestos en algo?

—Hay algunos objetos de mi interés —admitió Lord—. ¿Qué hay de ti?

—Contactos.

Los bienes materiales no podrían interesarle menos en aquel momento. No tardó en distinguir a Cleo, tan espléndida como siempre, con su largo vestido negro cubriendo por completo cualquier rastro de su golpiza, la tela tan ligera y traslucidla como para adivinar su silueta y lograr que más de una persona se le quedara mirando. Parecía en su propio mundo, mirando por la ventana y esperando que su momento llegase, seguro imaginando las joyas en sus manos.

Ella no había mentido. Jamás se quedaba a dormir, y jamás diría nada sobre lo sucedido la noche anterior, como si aquello nunca hubiera existido. Y su cruel honestidad era un buen soplo de aire fresco. Algo que conservar en Inglaterra. No podía cambiar el pasado, pero podía asegurarse que en el futuro no le faltara quien le dijera la verdad.

—Es diferente de New York —dijo Lord.

—Eso he oído —respondió Hermes—. ¿Alguna recomendación de tu parte?

—Bueno, siempre es conveniente estar en la lista buena del rey... —comentó Lord.

—¿Dorant? —Hermes se contuvo de reír—. Es más apariencia que otra cosa.

—Su familia domina el territorio —Hermes negó con la cabeza al oírlo.

—¿Qué hay de la familia Santorini?

Si era cierto que Cleo conocía a todo criminal conveniente, entonces lo mínimo era suponer que estos conocían a su familia también. Queriendo hacer un nombre por su cuenta o no, ella no podía escapar de su legado.

—No hacen negocios con otros —respondió Lord—. Se mantienen al margen, en sus propios asuntos.

—Exacto. Si atacas a la familia que dice estar en el poder, entonces te puedo asegurar que varios querrán aprovechar la oportunidad y apoyarte. ¿Pero aquella que prefiere jugar al silencio y mantenerse a un lado? Es más peligrosa, no sabes quiénes responderán en tu contra si los ofendes. ¿Qué tan difícil puede ser conseguirme una reunión para presentarme? Mejor estar en su lado bueno. Eres un contrabandista, seguro has vendido algunas de sus cosas.

—Podría intentarlo —dijo Lord sin sonar convencido—. Pero no creo que les interese hacer negocios contigo.

—Seguro la más joven de la familia debe ser más flexible para negociar —comentó Hermes y su compañero soltó una carcajada al instante.

—Leo Santorini te matará antes de siquiera permitir que te acerques a su hija —respondió él—. Estoy seguro que ya lo ha hecho con algunos.

—No haces más que confirmar mi punto sobre que es una verdadera amenaza.

—Los Santorini están asociados con los Difaccio —Lord lo miró como si fuera tonto—. Mafia. Dominan casi todo el mediterráneo. No te recomiendo meterte con ellos.

Cinco de OrosWhere stories live. Discover now