Capítulo 7.

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La persona indicada.

—No creo que sea el mejor momento para mantener una conversación.

Mi oración le llegó amortiguada por culpa del espesor de madera que nos separaba. Yo seguía de pie en las frías baldosas del baño, con la mano aún apoyada sobre el pomo y agarrándome, con la otra mano, la toalla que tapaba el grueso de mi anatomía.

—Lo siento, no sabía que estarías en el baño —se disculpó y sonó algo avergonzado, algo que en sí, era una novedad—. Sólo venía a hablar, me he cruzado con Luca antes por los pasillos.

Mi ceño se frunció con algo de curiosidad.

Los pasos se reprodujeron más cerca hasta que pude sentir como Derek se había instalado al otro lado de la puerta. Veía la sombra de sus pies por debajo de la rendija y me lo imaginé con una mano apoyada sobre la superficie de madera.

—Le conozco desde hace años y puedo ver a kilómetros cuando miente. Puede que a tus amigos no les haya parecido extraño, pero a mí ya no puede engañarme. ¿Te encuentras bien?

Tomé aire de forma irregular.

—Es complicado.

Pude haberle mentido pero algo me impulsó a ser sincera dentro de unos límites bien marcados. El chico se había preocupado por mi estado, aunque el momento escogido no fuese el más acertado.

—Mira, vamos a hacer una cosa —presioné la frente contra la puerta— encima de mi cama tiene que haber un par de prendas de ropa dobladas. Me vas las vas a traer a la puerta, vas a dar diez pasos hacia atrás y te giras. Yo abro y las recojo, cuando esté vestida podremos hablar.

—De acuerdo.

Sus pasos se alejaron y no tardaron en volver. Hizo sonar sus nudillos para indicarme que la ropa se encontraba en el suelo antes de obedecer mi premisa y alejarse. Conté las pisadas hasta diez y en el momento que se detuvo, su voz volvió a resonar en la habitación.

—Ya está.

Con los labios presionados en una delgada línea me apronté a abrir un par de centímetros la puerta, dejando una rendija lo suficientemente ancha como para que pudiese asomarme a ella sin descubrirme. Derek estaba de pie en mitad de la habitación, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón vaquero y mostrándome su espalda. Su melena pelirroja estaba húmeda y algo ensalvajecida.

Terminé de abrir la puerta y cogí el pijama y la ropa interior que había dejado preparada pero de cuya existencia me había olvidado en el momento clave. Volví a cerrar y casi me tropiezo al tratar de vestirme en el más mínimo lapso de tiempo.

Hundí los dedos en el tejido húmedo de la toalla de mi cabeza y los sacudí para deshacerme de ella, dejando mi melena aún mojada caer sobre mi espalda. Cepillé unos segundos los mechones antes de finalmente salir poniéndome por encima la sudadera de Kavinsky.

—Ya puedes girarte —avisé.

Derek miró primero por encima de su hombro para chequear mi aspecto antes de girar por completo su cuerpo. Me mordí el interior de la mejilla, nerviosa. Por su mirada pude interpretar varias cosas. Estaba preocupado y convencido de que algo ocurría. Mantuvimos un silencio contacto visual hasta que sus ojos abandonaron los míos para descender por mi cuerpo.

Iba vestida de tal manera que los pantalones cortos de cuadros y la camiseta amplia que usaba de pijama quedaban ocultas bajo la tela de la sudadera. Para no empeorar mi resfriado me había puesto unas medias deportivas —eran los únicos calcetines medianamente gordos que había traído al viaje— que me llegaban tres dedos por debajo de las rodillas.

Cole © [✓]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon