Capítulo 24. Primera parte.

20.4K 1.5K 252
                                    

Blanca Navidad en la casa de los Cole, ¿qué puede salir mal? 

El tiempo vuela. Literal.

Antes de querer darme cuenta, sumida en una extenuante rutina de estudio, preparación de los distintos proyectos y cansancio mental crónico, las Navidades se presentaron como si siempre hubiesen estado ahí.

De normal se trataba de una de mis fiestas favoritas, unas fechas que esperaba cada año para poder disfrutar de la calma y paz de mi hogar, ponerme ciega a comer dulces y decorar la casa con multitud de luces de colores.

Pero el ambiente que flotaba en mi casa durante esas Navidades era muy distinto al resto de años, con una tensión remante no resuelta. Mi madre se esmeró durante más de una semana en preparar los adornos y cada rincón se encontraba exquisitamente ornamentado como nunca.

En conjunto, el salón era vibrante, luminoso y colorido.

La barandilla de la escalera se encontraba forrada por una guirnalda que imitaba el aspecto del árbol, con luces enrolladas en espiral por los barrotes de madera oscura. Había guirnaldas rojas, doradas y verde oscuro diseminadas por todas partes. Incluso el baño contaba con su propia decoración navideña.

Pero ese semejante despliegue de efectivo brillante no pudo disimular la gran ausencia de las fechas: mi padre. Éste había llamado hace un par de semanas, avisando que estaría fuera en Nochebuena y Navidad pero que procuraría estar presente en Nochevieja.

La tripa de mi madre ya empezaba a mostrarse incipiente, un poco abultada con la vida que se estaba engendrando en su interior. Pensar en eso era vertiginoso, por lo que procuraba ocupar mis pensamientos en otros asuntos.

Como el hecho de que Luca fuese a presentarse en mi casa aquella noche.

Por cuestiones de tradición familiar, tanto él como su hermano y madre tenían una cita particular en casa de su familia materna el día de Navidad, de ahí que nuestro acuerdo se hubiese adelantado a la cena de Nochebuena.

He de admitir que, en sí, la idea, me asustaba y emocionaba a partes iguales.

Era llevar lo nuestro a otro nivel de formalidad de cara al mundo.

Me paseé inquieta por delante de la puerta de mi hermano unos minutos antes de armarme del valor suficiente como para tocar. Hice sonar los nudillos contra la madera con suavidad recibiendo un tenue «pasa».

Lo primero que vislumbré al entrar fue su ancha espalda recortando la escasa luz blanca del flexo. Robert aún estaba en pijama con una ancha sudadera vieja; era su outfit de estudio. Tampoco podía criticarle al respecto ya que en ese tema éramos dos gotas de agua. Sólo que últimamente había sustituido mi jersey desgastado de papá por la sudadera que robé a Kavinsky por primera vez.

Tomé prestada por un tiempo indefinido.

—¿Te molesto?

Rob exhaló un suspiro y se giró. Todo su ser gritaba lo agotado que se sentía. Su cabello castaño normalmente peinado con pulcritud estaba asalvajado, unas azuladas ojeras enmarcaban sus ojos, algo rojizos por estar tanto tiempo centrados en los apuntes.

—No —contestó con voz ronca— será mejor que haga un descanso. Siento la mente pastosa.

Avancé hasta sentarme sobre su cama bien arreglada. Elevé las piernas y me pegué las rodillas al pecho.

—En ese caso —me aproveché de su último comentario— puedes hacer un descanso más largo, vestirte y ayudarme a preparar un buen postre para la cena.

Cole © [✓]Where stories live. Discover now