Capítulo 29.

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Un poco de caos.

Durante un tiempo todo se resumió en negrura. Lo que veía y era capaz de recordar era un inmenso fundido en negro. Fue como despertar de un sueño profundo y ajeno del mundo. No recordé dónde me encontraba, ni que había pasado antes de que me despertase.

Mi cerebro reseteó por completo, para, transcurridos unos segundos que se me antojaron como una eternidad, escupir de nuevo la información.

Me acordé de las fotografías, del modo en el que se habían precipitado los acontecimientos, alejándose de mi control. De la gravedad inusitada de la situación y el hecho de haber sido demasiado ingenua.

No me moví, ni abrí los ojos, solo asimilé despacio hasta que el mundo exterior comenzó a hacerse presente. Primero lo escuché, un murmullo alterado, una mezcla de voces familiares de la que no pude extraer palabra alguna hasta transcurrido un tiempo.

Luego noté el dolor en la parte posterior de mi cabeza y el frío de las baldosas y pude recomponer el momento exacto: había perdido el conocimiento, me había desmayado, y, ahora, estaba tendida en el suelo de la cocina, rodeada de gente.

Me forcé a abrir los ojos, de forma costosa y torpe. La luz me cegó, obligándome a parpadear. Un gemido de protesta, dolor y desconcierto, todo a la vez, escapó de mis labios. Sentí la boca reseca, el cuerpo pesado y la mente espesa.

Reconocí los síntomas.

Una bajada de tensión. No era la primera vez que sufría una, durante unos años tuve problemas en ese campo, sobre todo durante el periodo menstrual.

El impacto de lo ocurrido hizo resurgir esa debilidad física, aderezada en esa ocasión, con un componente emocional.

Los contornos terminaron por aparecer, de manera perezosa, torpe, pero, finalmente, pude distinguir que, en efecto, seguía tumbada en el suelo de la cocina. Algo húmedo, cálido y rasposo me rozó la mejilla y de repente una cabeza negra y difuminada acaparó mi visión.

El perro que Troy trajo y del que había prometido hacerme cargo, volvió a lamerme la cara.

—¡¡Se ha despertado!!

La voz estridente que se asimiló como un nuevo golpe en la cabeza, fue de Isaac. Alguien apartó al cachorro de mi rostro y pude verlo. Estaba más despeinado, con los ojos desorbitados y evidentemente histérico, con las pupilas dilatadas y la respiración irregular.

—¡¡No grites idiota!! —amonestó Jossie, empleando el mismo volumen de voz que el chico.

Ella también apareció a mi lado, igual de alterada.

Isaac la miró con disgusto, echando chispas por los ojos.

—¡¡Aquí la única que grita eres tú!!

—¡NO ESTOY GRITANDO! —se defendió ella, con suma credibilidad.

No tenía fuerzas para intervenir, así que apreté los ojos. Estaban nerviosos, probablemente les había dado un susto de muerte, lo que era comprensible. No todos los días anda una desvaneciéndose por las esquinas.

—Ey, será mejor que todos mantengamos la calma, no es hora de discutir —intercedió Troy. Su voz era controlada y suave, pero detecté un ligero temblor que evidenció su taimado nerviosismo. Volví a separar los párpados. Éste se encontraba de pie, con una mano apoyada sobre el hombro de Jossie en un afán tranquilizador. Me miró, obsequiándome con una sonrisa – Nos has asustado.

Isaac asintió, enérgico.

—Hemos estado a punto de llamar a los bomberos —juntó los dedos hasta que casi se rozaron— ¡A LOS BOMBEROS! No vuelvas a hacernos esto...

Cole © [✓]Where stories live. Discover now